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Dividíanlo hasta seiscientas paredes de papel con sus numeros llamados páginas. Cada espacio estaba subdividido en tres corredores ó crujías muy grandes, y en estas crujías se hallaban innumerables celdas, ocupadas por los ochocientos ó novecientos mil seres que en aquel vastísimo recinto tenían su habitación. Estos seres se llamaban palabras.

He peleado por sustentarlos; á ochocientos partidarios mios les han arrancado el corazon, y les han sacudido con el en la cara: á mi me han tenido preso, y ahora voy á ver al Rey mi padre á Roma, el qual ha sido destronado así como mi abuelo, y así como yo; y he venido á pasar el carnaval á Venecia.

Años después, recordando aquel golpe de audacia, para el cual sólo el amor podía haberle dado fuerzas, lo que más admiraba en su temeraria empresa era el piquillo de su pretensión, los doscientos reales en que su demanda había excedido a su necesidad. «¿Por qué pedí mil reales en vez de ochocientos?». No se lo explicó nunca. D. Juan Nepomuceno miró, sin contestar, a su afín. ¡Mil reales!

Hace mil ochocientos treinta y seis años nació el Redentor del mundo, nació el que no reconoce principio, y el que no reconoce fin; nació para morir. ¡Sublime misterio! ¿Hay misterio que celebrar? Pues comamos, dice el hombre; no dice: reflexionemos. El vientre es el encargado de cumplir con las grandes solemnidades.

I de Nadie fíe su secreto, comedia anterior al año 1651, hizo decir a dos de sus interlocutores: «D. ARIAS. Aquí la doncella vive.... LÁZARO. Ni la oigas ni la veas, señor, hasta que se haga; que son como las comedias: sin saber si es buena o mala, ochocientos reales cuesta la primera vez; mas luego dan por un real ochocientas.

El cristianismo ha sido, es y será mientras exista, la rémora constante del progreso de los pueblos. Hace mil ochocientos y tantos años que un judío exaltado... Gutiérrez que procure no herir el sentimiento religioso de la asamblea. «Señor presidente, ha llegado la hora de las grandes verdades.

No esperó el cabecilla á que le repitieran el aviso y dando gritos dePronto, muchachos, que viene la infantería!", abandonó el horrible teatro de su "hazaña", seguido de sus ochocientos partidarios, que se retiraron en pos de su jefe con dirección á La Prueba. Hoy han llegado á Santiago de Cuba multitud de familias, víctimas de La Maya.

Tus nobles hijos al mirar su busto Del polvo alzaron la humillada sien, Y levantaron con robustos hombros El ara santa de ochocientos diez. «Venganza al puebloprorrumpieron todos «Palmas al mártir que murió con ! «Gloria al que caiga en medio del combate! «Gloria á los hijos de ochocientos diez

Los cielos abiertos vio Rosalía cuando Torres le dio estas noticias, y todo pareciole poco, rédito y corretaje, para el gran favor que se le hacía. Con los tres mil ochocientos reales tendría bastante para su objeto, y aun le sobrarían unos seis duros para algo imprevisto que ocurriese. Todo quedaría arreglado al siguiente día 2 de Agosto.

A pesar de este regaño, al salir iban a casa de Pla con ánimo de no comprar más que dos libras de pasas de Corinto para hacer un pastel inglés, y la señora se iba enredando, enredando, hasta dejarse en la tienda obra de ochocientos o novecientos reales.