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Creyéronla muerta varias veces, y hasta trataron de enterrarla en una ocasión; mas durante las exequias volvió en , pronunciando un nombre que interpretaron todas las monjas como una señal de santidad, pues entendían que repetía las palabras de Jesús: Lázaro, despierta. Indudablemente era una santa. Ocho teólogos lo probaron con ochocientos silogismos.

Y ensalzó la inaudita hazaña de este jefe de familia. Era el comandante del submarino que había torpedeado á uno de los más grandes trasatlánticos ingleses. De mil doscientos pasajeros que venían de Nueva York, estaban ahogados más de ochocientos... Mujeres y niños habían entrado en la destrucción general.

En las veinticuatro horas de cualquier día se extiende la historia de los silfos, y es tan fecunda en revoluciones, cambios, guerras y progresos, como la nuestra en los mil ochocientos setenta y pico de años que median desde la Era cristiana hasta el momento en que escribo. Mis silfos tienen figura humana.

La gran isla de Camarga, cuyos bordes se ven á lo lejos entre los dos Ródanos, y que tiene lo menos ochocientos kilómetros de superficie, es en , un presente del río que en otros tiempos formaba parte de los montes de Suiza y de Saboya. Tal es el trabajo geológico de la corriente, trabajo colosal que se continúa sin cesar. No obstante, el silencio más profundo impera á su alrededor.

24 De los hijos de Judá que traían escudo y lanza, seis mil ochocientos, a punto de guerra. 25 De los hijos de Simeón, hombres valientes de gran valor para la guerra, siete mil cien. 26 De los hijos de Leví, cuatro mil seiscientos; 28 y Sadoc, joven valiente de valor, y de la familia de su padre veintidós príncipes.

Calel capitan de los Turcos, que llegaban al número de mil y trescientos caballos, y ochocientos infantes, entró en Macedonia, donde determinó de estar muy de asiento, hasta que con seguridad pudiese volver á su patria, y en este medio hizo tantos daños en aquella provincia, que fué forzoso, ya que faltaban las fuerzas para hecharle con ellas, tratar de algunos conciertos con que le obligasen á salir.

Irá usted al campo... allá por el puente de San Isidro.... Pero ¡que cabeza la mía...! se me olvidaba lo principal, que es darles los tres mil reales. Otro día lo da. Tienen ahí ciento cuarenta duros, ó sean dos ochocientos reales....»

8 Y después que hubieron andado toda la tierra, volvieron a Jerusalén al cabo de nueve meses y veinte días. 9 Y Joab dio la cuenta del número del pueblo al rey; y fueron los de Israel ochocientos mil hombres fuertes que sacaban espada; y de los de Judá quinientos mil hombres.

Este magnífico puente, construido por los romanos y reedificado por Hescham I, consta de diez y seis arcos: tiene de largo ochocientos ochenta y ocho pies, veinte y tres de ancho. Esta puerta, que pertenece al orden dórico, lleva en el centro del friso un tarjeton en que se lee: Reinando la sacra católica y real magestad del rey D. Felipe nuestro señor, segundo de este nombre, año 1571.

Cornelio se preparaba ya a descargar el fusil para llamar la atención de sus compañeros, cuando Horn lo detuvo bruscamente, diciéndole: ¡Allá veo brillar un fuego! Cornelio miró en la dirección indicada, y, en efecto, a distancia de setecientos u ochocientos pasos vió brillar una llama al través del follaje. ¿Habrán acampado? preguntó.