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Pero fuera de esta y alguna otra excepción muy señalada, las tablas que nos quedan del siglo XV, interesantísimas para el estudio del arqueólogo, y no bien clasificadas aún, dicen poco al puro sentimiento estético, y los nombres de sus obscuros autores Fernando Gallegos, Juan Sánchez de Castro, Juan Núñez, Antonio del Rincón, Pedro de Aponte, no despiertan eco ninguno de gloria.

Sentado ante un gran piano de cola, hacía música á su capricho ó seguía las órdenes del príncipe, melómano de gustos pervertidos por un excesivo refinamiento, que sólo deseaba obras de autores extravagantes y obscuros. Castro, que era pianista, no podía á veces ocultar su entusiasmo ante los prodigios de este ejecutante.

Las ancianas, cobrizas y arrugadas, vistiendo trajes obscuros, suspiraban lastimeramente al ver la alegría de la gente moza. Febrer, luego de contemplar un buen rato a toda esta concurrencia, que apenas fijó en él una mirada distraída, fue a colocarse junto a Pep en un corro de payeses viejos.

Los obscuros conos del alerce cortaban este océano de luz, en el cual se prolongaban sus sombras. Deshojábanse los plátanos y castaños de Indias, y de cuando en cuando caía, con golpe seco y mate, algún erizo, que, abriéndose, dejaba rodar la reluciente castaña.

Y, como siempre, la modestia corría a las parejas con la autoridad y la elocuencia. «No abrigamos la pretensión decía de ser los caudillos en esta gran batalla del pensamiento que no tardará en iniciarse dentro del recinto de Sarrió. Sólo aspiramos a luchar como obscuros soldados, y que se nos conceda un puesto en la vanguardia.

Así pagó el infeliz López Quesero con tan cruento suplicio, mientras los caballeros quedaron salvos, siendo también poco después que él ejecutados otros cuantos obscuros hombres del pueblo, como partidarios de la comunidad en Sevilla, y que sólo habían sido en el alzamiento partes muy insignificantes.

La frente ancha y baja, las despejadas sienes, los cabellos cortos y rizados que avanzaban en punta hasta cerca de las cejas, la nariz recta y larga, el mentón prolongado, y, sobre todo, la expresión tranquila de sus ojos obscuros hubieran inducido a creer que pertenecía a la familia de los rumiantes más bien que a la de las fieras; pero hubiese sido aventurado fiarse de las apariencias.

Si supieras la gracia de aquel talle de divina y esbelta elegancia, el atractivo de aquellos labios húmedos y rojos y la potencia de aquellos ojos, tan pronto chispeantes de luz como tenebrosos y obscuros, bajo el misterio de las largas pestañas... ¡Qué seducción hasta en sus caprichos, pues los tiene!

La noche estaba muy negra, el viento soplaba con furia, nubarrones obscuros se extendían por el cielo y dejaban espacios más claros, donde brillaba un grupo de estrellas. Hice un esfuerzo y me quité el pañuelo de la boca. Respiré a pleno pulmón. Luego pensé con frialdad: ¿Qué querían de aquellos hombres? Si Machín hubiera pensado echarme al agua, ¿qué esperaba?

Y desprendiéndose de esta amalgama fúnebre, kepis rojos y obscuros, gorros orientales, cascos con melenas de crines, sables retorcidos, bayonetas rotas, fusiles, montones de cartuchos de cañón. Los caballos muertos abullonaban la llanura con sus costillares hinchados. Vehículos de artillería con las maderas consumidas y el armazón de hierro retorcido revelaban el trágico momento de la voladura.