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Ya volvía amorosa y anhelante, cuando al dar el primer paso oye en la ribera opuesta el reñir de las espadas. Muley, ya suelto de su prisión, medía furioso su acero con el rival que le había libertado. María atiende, escucha, y ve entre la obscuridad las pálidas centellas de los aceros.

Un abismo nos separa; no hay reconciliación posible. Es preciso que nos odiemos de muerte. Huye de ; para no eres prójimo. Hay cosas que están por encima de los vínculos de la familia. La vida no se reconcilia con la muerte, ni la luz con la obscuridad. Adiós.

Por obscura que fuese la noche, el enemigo podía escoger un punto de mira, una mancha del follaje, una estrella del horizonte, algo saliente en la obscuridad que se destacase junto a la escalera. Y al pasar el bulto negro del que bajaba, ocultando por un momento el objeto apuntado... ¡fuego y pieza segura!

La obscuridad que rodeaba el suceso, en vez de disiparse, iba condensándose; el juez sentía impaciencia por hallarse cara a cara con aquel que debía ser seguramente el principal actor. Cuando el Príncipe entró en la habitación, el magistrado observó atentamente su persona.

Arrodíllase entonces en la orilla, y pide al cielo que castigue al perjuro, al mismo tiempo que, impulsada por su amor y por su pena, invoca las bendiciones del cielo sobre la cabeza de su hijo. Negras nubes llenan entonces el espacio. Una borrasca está á punto de estallar, y el buque desaparece á lo lejos en la obscuridad, azotado por las olas.

Los oídos le zumbaron con un glu-glu inmenso mientras su cuerpo daba cabriolas en la obscuridad. Su cerebro confuso imaginó que se había abierto un agujero infinito en el fondo del mar, que todas las aguas de los océanos se escapaban por él formando un gigantesco remolino, y que él volteaba en el centro de esta tempestad giratoria. «Voy á morir... ¡Ya he muerto!», decía su pensamiento.

A la Regenta aquello de los días excepcionales le parecía más arriesgado que todo, pero no quiso oponerse al bendito don Fermín en nada. Señor, yo haré todo lo que usted diga, iré cuando usted me indique; mi confianza absoluta está puesta en usted. A usted solo en el mundo he abierto mi corazón, usted sabe cuanto pienso y siento... de usted espero luz en la obscuridad que tantas veces me rodea....

Y la luna, ¿no es verdad? exclamó el duque con impaciencia . Le creía a usted, doctor, hombre de más talento y de más vista. ¡Coche! ¡casa! ¡buena alimentación! ¡Vaya usted a buscarme todo eso y se lo daré! El doctor respondió sin inmutarse: Ya se lo traigo a usted, señor duque, y no tiene usted más que tomarlo. Los ojos del duque brillaron como los de un gato en la obscuridad.

Más de una vez, sobre todo durante la noche, mientras mis miradas se pierden en la obscuridad, un deseo se apodera de con una violencia tan extravagante, que me parece que va a aniquilarme.

Sonaba el fuerte herraje de los cierres, y la bestia se veía sumida en la obscuridad y el silencio, prisionera en un pequeño espacio donde sólo le era posible acostarse sobre sus patas.