United States or Egypt ? Vote for the TOP Country of the Week !


Un solo rayo de sol penetraba en la estancia tras una madera entreabierta. ¡Qué alarido el que estalló en la obscuridad cuando el niño alzó en el haz luminoso la sanguinolenta cabeza que goteaba sobre el tapiz! Una de las dueñas se derrumbó de espaldas, presa de brusco soponcio. La mujer que acompañaba a Ramiro contó con alegría la proeza del mancebo.

Para aclarar en cuanto sea posible la obscuridad que reina, á pesar de estos datos, en cuanto se refiere á las condiciones especiales de tales cantores, es menester indicar préviamente los diversos dialectos usados por la poesía castellana de esta época. Dos, al parecer, son los principales.

Si nos sumimos en el mar á cierta profundidad, no tardamos en vernos privados de luz: se penetra en un crepúsculo do sólo persiste un color, el rojo siniestro; y aun al poco rato este color desaparece y sobreviene la negra noche. ¡Qué obscuridad tan absoluta, exceptuando tal vez algunos accidentes de horrorosa fosforescencia!

Así hablaba Zaratustra, paseando su luz cerca del techo; y surgían de la obscuridad los colgantes tejidos por las arañas, enormes, seculares, como si fuesen la obra de muchas generaciones, transparentando con fulgor sonrosado la llama de la vela. El viejo evitaba romper los frágiles tejidos.

Todos juntos formaban con el padre una asamblea deliberante, sin otro objeto que dar a conocer al público la «estrella» del toreo perdida en la obscuridad de las Ventas.

Y soltando el brazo de don Víctor corrió, levantando un poco la falda de la matinée que vestía, hasta perderse en la obscuridad de la bóveda. Quintanar la siguió dando voces: Espera, espera... loca, que puedes tropezar.

Instintivamente buscó el botón eléctrico para hacer la obscuridad, y antes de perder completamente la percepción del mundo exterior oyó sus primeros ronquidos. Una luz hiriéndole en los ojos le hizo incorporarse. Vió al coronel junto á su lecho. El profundo silencio de la noche, que aún parecía más absoluto sostenido por el rumor del mar, se rasgaba á lo lejos con el jadeo de un automóvil.

Había llegado hasta allí preocupado por la obscuridad del mensaje. ¿Qué San Carlos era éste? ¿Un hotel?... ¿un paseo?... Como habitante de Mónaco, sólo conocía el Casino en Monte-Carlo. Lo único indudable para él era que el mensaje de Valeria procedía de la duquesa.

Durante largo rato seguí con los ojos las llamaradas, que la obscuridad concluyó también por absorber. El reloj dio las nueve y el viejo doctor entró. Permaneció mucho rato sentado en mi silla, silencioso, después me acarició la mano al despedirse y dijo: Continúe usted con el fenol, toda la noche.

¿Quién está ahí? ¡Qué diablos! gritó otra vez, tratando en vano de ver en la obscuridad. Toda mi arrogancia me volvió. Estaba tranquila y altiva cuando me había despedido de él algunos años antes, quería ser la misma para presentármele entonces. ¿Acaso necesitaba saber todo lo que yo había sufrido en el intervalo? Olga... en verdad... Olga, eres .