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Seré obrero, trabajaré la tierra si es preciso, me emplearé en cualquier cosa... pero seré hombre libre. Pasearon los dos amigos por el claustro, aconsejando Gabriel a don Martín. Al determinar el punto adonde debía dirigirse, su predilección fluctuaba entre París y las repúblicas americanas más faltas de emigración.

Después se frotó mucho las manos, murmurando: «Bien, bien; esta es la cosa». Era el movimiento inicial del obrero que se aligera las manos antes de empezar una ruda faena, o del cavador que se las escupe antes de coger la azada. Después dijo bruscamente y sonriendo: «¿Me permite usted echar un cigarrillo?».

Cada uno a lo que le interesa, y yo, que con el señor Obrero he rabiado más de una vez ante los apuros de la casa, me consuelo pensando en lo que tuvo cuando aún no habíamos nacido. Hemos sido muy ricos, Gabriel, pero muy ricos.

Para saborear todo cuanto ofrece de delicioso un paseo por la orilla del arroyo, es preciso que el derecho de la pereza haya sido vencido con el trabajo y que el espíritu cansado tenga necesidad de adquirir nuevo aliento contemplando la naturaleza. El trabajo es indispensable para quien desea gozar del reposo, lo mismo que el recreo cotidiano es necesario al obrero para renovar sus fuerzas.

Crea usted que nada tiene de agradable vivir una existencia de apocamiento y monotonía, sin otra gloria que fusilar al obrero que protesta o al pueblo que se queja. Pero ¿y la libertad?, ¿y el progreso político? preguntó el cadete . Yo he oído a un capitán viejo de la Academia, que si en España existe el régimen liberal es por el ejército.

No pueden casarse con un obrero, porque lo estorba la diferencia de vida y de gustos, y es raro que lleguen a enamorar a un rico. En cuanto a los hombres de posición análoga a la suya... a esos les está vedado el matrimonio. ¡Qué ideas tan raras! No; es frialdad para considerar las cosas. ¿Qué hogar puede crear, ni qué existencia ofrecer a su novia un hombre que gana, por ejemplo, lo que yo?

Una mano ruda, nerviosa, fuerte, tal vez callosa, de un trabajador, de un obrero, demuestra noblemente ese imperio; pero en lo que tiene de más violento y mecánico.

Niñas de catorce años, con rostro de ángel, oían sin turbarse blasfemias y obscenidades que a veces las hacían reír como locas. Todos eran jóvenes. El trabajador viejo no tiene esa alegría. Entre los hombres acaso ninguno había de treinta años. El obrero pronto se hace taciturno, pronto pierde la alegría expansiva, sin causa. Hay pocos viejos verdes entre los proletarios.

Le habían prometido varias veces una capellanía de monjas, pero él era de los fieles a la catedral, de los enamorados de la gran solitaria. Le enorgullecía la confianza que el señor arzobispo tenía puesta en él, la amistosa franqueza con que le hablaban canónigos y beneficiados y sus conciliábulos administrativos con el Obrero y el Tesorero.

El cardenal confía en , el cabildo me distingue con su afecto, el Obrero no tiene otra esperanza que mi auxilio. Gracias a las papeletas puede ir tirando la catedral y conservar su antiguo aspecto de grandeza, para que venga el público a admirarla. Somos más pobres que las ratas. Y gracias que nos quedan para remediarnos algunas migajas de nuestro pasado.