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Es una gran alegría hallarse así en la naturaleza virgen, sólo á algunos pasos de los campos arados en surcos paralelos y sentirse obligado á trazarse un camino por entre las piedras y la maleza, no lejos del honesto burgués que se pasea plácidamente contemplando sus cosechas.

Para llevar á cabo este propósito, lo primero que se me ocurrió fué no acordarme más de Teresa, ni pasar siquiera por su calle, aunque fuese camino obligado: después, abreviar cuanto pudiese los asuntos. Según mis cálculos quedaría libre á los cinco ó seis días.

Le han obligado a volvernos la espalda. Iré a hablar con él. CLEOPATRA. ¡Esperad! ¡Verónica! No se os escapará vuestro chiquillo. Hay que tomar una resolución. PROSERPINA. Por mi parte, es igual que tengamos unos maridos u otros. Allá se van todos. Estoy segura de que lo primero que se me pedirá es una buena cena.

Pidiósela un día un clérigo, pobremente vestido, y Lope se despojó de sus ropas y se las dió, así como su sombrero, viéndose obligado á ir con la cabeza descubierta, no teniendo otro á mano para reemplazarlo. Su piedad era tan ferviente como sincera.

Quiere matar al desconocido mandinga, de quien está celosísimo; pero en lugar de bajar la escalera, se ve obligado á subir por el mismo cañón de la chimenea para no ser visto de cierto Conde que entra á la sazón en la casa.

Al llegar a Boa Vista hicieron alto frente a una tienda de comestibles que era al mismo tiempo taberna y café: el único establecimiento que encontraron abierto. Su entrada fue en tropel, lo mismo que una invasión famélica. Los preparativos del duelo les habían obligado a salir del buque sin almorzar.

Detras del edificio están cercados por altas y sólidas murallas los patios á donde salen los reclusos, de uno en uno y por turno, á descansar y gozar del sol, del aire puro y algun ejercicio. Cuando estuve allí habia 80 reclusos, número que es el ordinario, y 30 reclusas solamente. Cada detenido se encuentra en su celda trabajando, obligado á una tarea de mínimum fijo, y constantemente vigilado.

D. Juan se ve obligado á ocultarse, y D. Enrique entra en la casa en compañía de sus hermanos. El ingenio y la gracia de la joven dama encanta á sus visitadores, quienes le hacen ricos presentes.

Al tiempo de acostarse, Miguel se vio obligado por más de media hora a oírle vomitar injurias contra su mortal enemigo. Al fin concluyó diciendo: «Por las buenas, Miguel, ya sabes que no hay hombre mejor que yo... ¡Pero por las malas, soy una fiera! Marroquín me las ha de pagar.

Las mejores páginas que Balzac, Dumas y Daudet consagraron á la descripción de este pavoroso estado de alma, son muy inferiores al cruel examen que Mirbeau hace del fatalismo trágico, ineluctable, de las pasiones infames. «El abate Julio» es el fracaso del sacerdote obligado, por sus votos, á no tener familia.