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Sabe que existe, que otros lo han conocido, y se resigna difícilmente a vivir y morir sin conocerlo ella también. Es seguramente un peligro para una mujer, el conservar y nutrir, después de las decepciones del matrimonio, el ideal de un amor desconocido; pero hay un peligro aún mayor para ella, y es perderlo.

Por eso la anoto con estas fugaces reminiscencias, como una prueba de que la verdadera poesía puede nutrir la mente, retemplar el alma é inocular aliento viril en medio de la lucha y del trabajo de todos los dias. Hay dos puros corazones Tan estrechamente unidos, Que de los dos los latidos Se responden á la par.

Escatimando en lo posible los conocimientos, apagando todo ardor y entusiasmo, ¡rebajando toda dignidad, único resorte del alma, é inculcando en nosotros viejas ideas, rancias nociones, falsos principios incompatibles con la vida del progreso! ¡Ah! si, cuando se trata de alimentar á presos, de proveer á la manutencion de criminales, el gobierno propone una subasta para hallar al postor que ofrezca las mejores condiciones de alimentacion, al que menos les ha de dejar perecer de hambre, cuando se trata de nutrir moralmente á todo un pueblo, nutrir á la juventud, á la parte más sana, á la que despues ha de ser el pais y el todo, el gobierno no solo no propone ninguna subasta, sino que vincula el poder en aquel cuerpo que precisamente hace alardes de no querer la instruccion, de no querer ningun adelanto. ¿Qué diríamos nosotros si el abastecedor de cárceles, despues de haberse apoderado por intrigas de la contrata, dejase luego languidecer á sus presos en la anemia, dándoles todo lo rancio y pasado, y se escusase despues diciendo que no conviene que los presos tengan buena salud, porque la buena salud trae alegres pensamientos, porque la alegría mejora al hombre, y el hombre no debe mejorar porque le conviene al abastecedor que haya muchos criminales? ¿Qué diríamos si despues el gobierno y el abastecedor se coaligasen porque de los diez ó doce cuartos que percibe por cada criminal el uno, recibe cinco el otro?

Pensaba Miquis trabajar y aplicarse mucho, sin desdeñar espectáculo triste, ni dolencia asquerosa, ni agonía tremenda, porque de todas estas miserias había de nutrir su saber. Después vendrían las visitas bien remuneradas, las consultas pingües.

Hay placeres que hemos gustado con tanta delicia, que se nos figura que el recuerdo que de ellos nos queda, debe bastar para nutrir nuestro corazón de ideas rientes y dichosas durante todo el curso de la vida; y cuando nos encontramos, largo tiempo después, en las mismas circunstancias, ocurre, no obstante, que esas emociones, tan agradables y tan añoradas, han perdido casi todo su prestigio.

Una finca cómoda que produzca un poco más de lo necesario, un jardín no muy vasto, pero bien ordenado; un bosque, tampoco no muy grande, por el cual pueda pasear mis ensueños; una casita modesta, lo que no impide que pueda ser elegante; y a mi alrededor una hermosa naturaleza, una variedad pintoresca de sitios solitarios, una campiña fecunda que pueda nutrir a sus habitantes, y, si es posible, que me sea dable aliviar la miseria que vea; ¿qué hace falta más para ser dichoso?

Era una mujer muy suave y bondadosa que buscaba por temperamento todos los elementos más tristes y más serios de la vida para nutrir su espíritu, era la persona en quien se pensaba en Raveloe cada vez que había un enfermo o un muerto en una familia, cuando había que aplicar sanguijuelas y que no se podía conseguir una enfermera.

La vida de provincias, ofreciendo al coquetismo un campo muy restringido, permite que estas diablesas entretengan su liviandad y desplieguen sus dotes de seducción en el terreno eclesiástico, toleradas por el clero, que a toda costa quiere atraer gente, venga de donde viniere, y congregarla y nutrir bien los batallones, aunque sea forzoso admitir en ellos para hacer bulto lo peor de cada casa.

En lo moderno, al contrario, las obras de literatura están como la mies en la era, sin que nadie haya separado aún el grano de la paja, ni lo que ha de ser alimento agradable y sano de la semilla desabrida o de la cizaña, que, en vez de deleitar y de nutrir, embriaga y causa vahídos.

Procuraba rozarse con él todo lo menos posible, por respeto a su amable persona, a quien cuidaba y quería con pasión. Sano, esbelto y vigoroso como un sollo de río, estaba convencido de que aquella gentuza era una especie de morralla creada por la Providencia expresamente para nutrir a los señores sollos.