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No creo que pueda existir mujer, digna de ti por supuesto, que no tenga el derecho de decirte: «El verdadero y único objeto de tus sentimientos soy yoDe modo exclamé, que será necesario no amar. Nada de eso. Se trata sólo de amar a otra. Entonces habré de olvidarla. No, reemplazarla. ¡Nunca!... No digas «nunca»; di mejor «no por ahora.» Y en seguida Oliverio se marchó.

36 Y nunca más os vendrá a la memoria decir: Carga del SE

Venid a gustar mi vino; es muy viejo: muchas veces me ha confortado el corazon en medio de nuestros hielos; recurrid a el para reanimar vuestro valor. Vamos, bebamos juntos. Separa, separa esa copa; isus bordes estan mojados con sangre! iNo vere nunca esta sangre sepultada bajo la tierra! ?Que quereis decir? ?vuestros sentidos estan turbados?

Y alguien encontró que la sirena del mascarón de proa tenía las facciones de la hermosa Hortensia. ¡Bah! Fantasías que se inventan. Menchaca desde entonces quedó más sombrío que nunca. No era posible que a Cepeda se le hubiese ocurrido aquella idea de bautizar así el barco, con el fin de mortificar a su socio. El pensamiento partió seguramente de ella.

Ella, con las mejillas cual la grana y cortada la voz por cien suspiros, llorosa le decia llena de rabia insana: «¡No te he querido nunca, no te quiero!» Y él tambien, á porfía, «Tampoco yo te quiero» le decia. Y al cabo, tantas cosas se dijeron, un odio tan eterno se juraron, que uno y otro su paso detuvieron y sin decirse adios, se separaron.

Y dicen que mandó tan bien que sus vasallos nunca quisieron más rey que Meñique, que no tenía gusto sino cuando veía a su pueblo contento, y no les quitaba a los pobres el dinero de su trabajo para dárselo, como otros reyes, a sus amigos holgazanes, o a los matachines que lo defienden de los reyes vecinos. Cuentan de veras que no hubo rey tan bueno como Meñique.

Ni marido pobre de mujer acaudalada, ni yerno de suegra intolerante, ni protegido por rico vanidoso, se vieron nunca tan privados de libertad como el mísero don Quintín a partir de aquel día en que doña Frasquita se enteró del devaneo que su esposo traía entre manos; porque la aventura con Mariquita, que para él fue simple pecado de pensamiento, semejante a la delectación morosa que dicen los teólogos, a la vieja le pareció adulterio consumado.

Nunca comprenderán los extraños de qué manera suenan para nosotros en el libro una porción de nombres de lugares y de personas, y qué fuentes tan escondidas van a buscar en el alma de aquellos para quienes el libro ha sido principalmente escrito, de aquellos cuyo aplauso desea Pereda más que otro alguno.

Las torres y contrafuertes del templo fingían majestuosa visión entre el cendal de la aurora; y, a uno y otro lado, los cubos de la muralla se alejaban, solemnes y espectrales, cada vez más vaporosos, hasta desaparecer por completo. El canónigo sintió, como nunca, la evocación legendaria de las almenas. Galaor, Esplandián, Amadís, Lanzarote... desfilaron.

Dentro de un ratito estaremos libres de pesadumbres, yo dando cuenta a Dios de mis pecadillos, y contento como unas pascuas danzando por el Cielo, que está alfombrado con estrellas, y allí parece que la felicidad no se acaba nunca, porque es eterna, que es como dijo el otro, mañana y mañana y mañana, y al otro y siempre...» No pudo hablar más. Yo me agarré fuertemente al cuerpo de Medio-hombre.