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Pero siempre hacen fortuna, porque en el primer caso, y cuando dan con un lector amigo del silencio, suelen dar por gusto al periodista, y en tal caso se da un privilegio exclusivo al autor de un artículo en blanco, para que puedan también quedar en blanco los números sucesivos.

Mientras agitaba las bolas, todas las miradas se posaron en los dos amantes, que instantáneamente dejaron de conversar. Paco volvió á sacar y á gritar los números. ¿Me quieres mucho? ¿No te lo he dicho bastantes veces? Ya debías estar cansado de saberlo. Díme, cuando te despiertas por la noche, ¿en qué piensas? Yo nunca despierto por la noche, querido.

Del fondo de la bodega salió un grito llamando al señor Vicente. Era un arrumbador que dudaba ante los números blancos trazados al frente de una bota y pedía una aclaración al bodeguero. ¡Voy, hijo! gritó el viejo. ¡Cuidado con equivocarse en la medicina!...

No parecían bien, cerca de aquellos pabellones desgarrados, los banderines de seda y flores de oro en que con letras de realce iban bordados los números de las compañías. ¡Qué correr desalados, el de los muchachos por las calles! Verdad que hasta los hombres mayores, periódico en mano y bastón al aire, corrían. A algunos, se les saltaban las lágrimas.

Considerando luego que el pié tiene doce pulgadas, si en vez de tomar por unidad el pié tomamos la pulgada, el resultado será un número doce veces mayor: aquí dos números infinitos, mayores el uno que el otro. ¿Hay en esto alguna contradiccion? por cierto: lo que hay es una diferente combinacion de ideas.

Llegó un día en que sin duda se trató de poner á prueba la influencia de los Jefes de provincia, y al efecto se les encomendó aquel cobro, lo que dichas autoridades hicieron no somos nosotros los llamados á decirlo: respondan los números y los resultados.

La de Lemos iba ceñida á la pared del lado izquierdo, con la bujía levantada, mirando los números pintados sobre las puertas, y ya había recorrido un gran espacio sin encontrar el número 10, ni la puerta verde, cuando oyó al fondo de la galería ruido de pasos lentos y marcados, como los de un hombre que anda pesadamente y con dificultad.

A las cinco y media, cuando ya no se veía en el escritorio, míster Robert cerró su libro; la claraboya dejaba caer una luz mortecina, que embrollaba los números sobre el papel, simulando extraña danza de esqueletos, y no era posible continuar el trabajo.

Se imaginó ver unas cabezas que le atisbaban asomadas a una esquina del corredor y que de pronto se ocultaron. Pero ya no podía retroceder, y siguió adelante, mirando los números de los camarotes. La puerta estaba entreabierta, y antes de que él llegase se marcó en su estrecho rectángulo de luz la arrogante figura de Nélida.

Su austeridad de hombre de números, metódico y prudente, le hizo indignarse contra esta falta de equilibrio entre los ingresos y los gastos. Pero acabó por sonreir, encontrando natural el despilfarro. ¡La marquesa era tan interesante!... Además, una señora de su alcurnia no podía llevar la misma vida de privaciones de las mujeres del vulgo. Pasó Moreno el resto de la tarde inquieto y pensativo.