United States or Algeria ? Vote for the TOP Country of the Week !


Eran dichosas. ¿A qué conturbar su felicidad, picoteándola con números? Que gocen de la vida, de los verdes años.

Con el dos formamos el tres; con el tres el cuatro y así sucesivamente. Esto da una idea de la relacion de los números con sus signos; pero la importancia de la materia exige ulteriores explicaciones, que daré en los capítulos siguientes. IV. cap. En efecto: supóngase que no tenemos mas signo que el de la unidad; podemos contar fácilmente el dos, diciendo uno y uno.

Tenía una cantidad fija destinada a los pobres y les llevaba la cuenta en sus libros como si fuesen acreedores. Una vez agotada la cantidad mensual, creemos que si viese morirse de hambre en la calle a un desgraciado, no le socorrería con una peseta, no por falta de sensibilidad, sino por las profundas raíces que tenían en su corazón los números.

O a veces, cuando está trabajando cosas de números, o poniendo un libro sueco en español, la ve venir, venir despacio, como en una nube, y se le sienta al lado, le quita la pluma, para que repose un poco, le da un beso en la frente, le tira de la barba rubia, le esconde el tintero: es sueño no más, no más que sueño, como esos que se tienen sin dormir, en que ve uno vestidos muy bonitos, o un caballo vivo de cola muy larga, o un cochecito con cuatro chivos blancos, o una sortija con la piedra azul: sueño es no más, pero dice el padre que es como si lo hubiera visto, y que después tiene más fuerza y escribe mejor.

Si era una escena molesta, irritante para Emma la de asistir a las cuentas del tío, sin atender, sin sacar en limpio más que «aquello iba muy mal», para el marido era el tormento más insoportable. En vez de pensar en los números, pensaba en lo que le querrían decir aquellos ojos del administrador pariente.

, , yo comencé la obra.... Y además, mi ineptitud, mi ignorancia de las cosas más importantes de la vida... los números... el dinero... las cuentas... ¡prosa, decía yo! ¡El arte, la pasión! eso era la poesía... ¡Y ahora el hijo me nace arruinado! Emma se movió un poco y suspiró, como refunfuñando. Bonis estuvo un momento decidido a despertarla. Aquello corría prisa.

Pero enredándose en estos líos muchas veces, fué al mostrador; llenóle con la tiza de números como la palma de la mano; los borró dos veces con saliva y la manga del chaquetón; escribiólos de nuevo, y al fin volvió a la mesa, diciendo en seco: Tres pesetas, con la estaca.

La familia Relimpio vivía pobremente, porque D. José, con ser tan maestro en números, no había sacado de ellos ninguna sustancia. Doña Laura conservaba una casa y una viña en Dolores, que le daban mil reales al año. Las niñas trabajaban para las camiserías. Tenían máquina, y cosiendo noche y día, velando mucho y quedándose sin vista, allegaban de cinco a siete reales diarios.

Al sentarse á la mesa se rodeaban de libros y papeles: estadísticas de los números más favorecidos en los últimos años, manuales del perfecto jugador, cálculos propios, logaritmos que ellos solos podían entender.

Sentado tras ella, con la espalda a la pared, un hombre escribía, fija la vista en el papel, trazando con seguro pulso esos hermosos caracteres redondos y claros de la caligrafía española. La mesa estaba llena de papeles que parecían estados, listas de nombres, cuentas con infinitas baterías de números.