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Extraño sería que de tal reunión de bizarros caballeros no resultasen notables hechos de armas. Aquí está nuestra lancha, Butrón, y si es vuestro parecer iremos directamente á la abadía con nuestros escuderos, dejando á maese Golvín al cuidado de armas y bagajes y de su desembarque.

Felizmente aún no han puesto mordazas en todas nuestras bocas; aún no han atado todas nuestras manos; aún podemos alzar un brazo para señalarles; aún tenemos alientos en nuestros pechos para poder decir: "ese." Están entre nosotros, les conocemos.

3 Y riñó el pueblo con Moisés, y hablaron diciendo: ¡Mejor que nosotros hubiéramos muerto cuando perecieron nuestros hermanos delante del SE

El vello de nuestros cuerpos no nos sirve de abrigo como el pelo de los animales: ¿para qué, pues, crearlo? ¿Para qué dar tetillas a los machos humanos, si no pueden servirles para la lactancia? ¿Para qué situar la columna vertebral en el dorso del cuerpo, lo mismo que en los cuadrúpedos, cuando lo lógico, al «crear» al hombre sostenido sobre los pies, era colocarla en el centro del cuerpo como eje fortísimo, evitando las desviaciones y enfermedades de la espina que hoy sufre por este desequilibrio en la sustentación de su peso?

Así las cosas, pensó el Gobierno de S. M. que á España, por sus gloriosas tradiciones y por la incomparable hazaña con su bandera realizada, más que á otra nación correspondía satisfacer el deseo de todas, contribuyendo el Ministerio de Marina á la solemne fiesta universal del Centenario con la reconstitución de una nao del siglo xv, que tan fiel y exactamente cuanto quepa, remede á la inolvidable Santa María, capitana del atrevido navegante é insigne descubridor del Nuevo Mundo; ejemplar tangible de la arquitectura náutica de su tiempo y muestra de los elementos que al espíritu de nuestros pasados sirvieron para explorar y dar á conocer la figura juntamente con las dimensiones del orbe.

Allah ua aqbar, Allah ua aqbar, Allah ua aqbar.» Y despues de breve pausa añade en tono de oracion, sin que repita sus palabras la comitiva: «Señor Allah! perdona á nuestros vivos y á nuestros muertos, á los presentes y á los ausentes, á los grandes y á los pequeños, hombres y mugeres, que sabes nuestros fines: y pues tenemos esperanza en tu piedad, perdona nuestros yerros y pecados.

No cuente usted con el concurso de la justicia; su primer pensamiento será desconfiar y el segundo resistir á nuestros esfuerzos. Para nadie es agradable confesar que se ha equivocado y menos para la justicia, que, por profesión, no admite que pueda estar sujeta á error.

Era una noche semejante a esta. iEs una cosa particular que me la recuerde en este momento! pero he esperimentado muchas veces que nuestros pensamientos se nos escapan y se pierden lejos de nosotros, en el momento en que quisieramos concentrarlos en una meditacion solitaria.

¡Cómo! ¿si lo hay? Pero ¡verdaderamente lo hay! Entonces vos entraréis allí, señor cura. Decís que esto no es seguro... y yo os digo que . ¡Vos estaréis allí! en la puerta espiando a vuestros parroquianos y seguiréis ocupándoos de nuestros asuntos. Y le diréis a San Pedro... ¿es San Pedro quien tiene las llaves del Paraíso, no es así? , es San Pedro.

Gentes hay por ahí de mayores estudios, que no se irritan menos si les tocan lo que llaman nuestros siglos de oro. Es culpa de la educación que se da en este país. La Historia es una mentira; para saberla tan mal, mejor sería ignorarla. En las escuelas se enseña el pasado del país con un criterio semejante al del salvaje, que aprecia los objetos por el brillo, no por su valor y utilidad.