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Este efecto poco halagüeño es quizás el resultado del período de agitación é incertidumbre en que la historia tomó forma; sin que indique carencia de buen humor en el espíritu del novelista, pues era más feliz mientras divagaba entre la lobreguez de estas tristes fantasías suyas, que en ninguna otra época desde que salió de la Antigua Mansión.

La recuerdo siempre en la casa sombría de su padre, y a su recuerdo uno el de la Diana Vernon de Walter Scott. Al mismo tiempo que la conocí leí la obra del novelista escocés, y no puedo pensar en mi querida muerta sin recordar la figura literaria del gran escritor. Cuando ella murió me decidí a dejar Francia y a volver a Lúzaro con mi hija y con Allen, que no quería separarse de .

Las aventuras de Robinsón Crussoe que tanto nos han embelesado a todos cuando niños, y cuya lectura nos deleita aún, bien podemos jactarnos de que hasta cierto punto han sido inspiradas por la obra del antiguo novelista de Guadix.

Vuelto «Quitolis» a la oscuridad, guarda en el centro de su alma sus ideas reformadoras, harto poco definidas por el novelista, si bien o quieren ser como el alborear indeciso o la primera luz, si no de una nueva religión, de una interpretación amplia y algo racionalista de la que oficialmente seguimos. «Quitolis» después se queda ciego.

La luz de la luna, en una habitación que nos es familiar, dando de lleno en la alfombra y dejando ver con toda claridad las figuras en ella dibujadas, y haciendo igualmente visibles todos los objetos, por pequeños que sean, aunque de un modo diferente que á la luz de la mañana ó del mediodía, es la situación más apropiada para que un novelista entre en conocimiento con sus huéspedes ilusorios.

Quiere decir el nombre de una persona que dinero. El novelista D. José María Mateu ha sido un gran nombre para la seudobohemia. Gálvez, el peligro Gálvez, más temible que el peligro amarillo, llegó a visitarle a las tres de la madrugada Mateu se acuesta temprano para pedirle un montón de calderilla.

No poco he leído yo en El ente dilucidado del padre Fuente la Peña, y en El gobierno general, moral y político hallado en las fieras, etc., del reverendo padre Valdecebro, sobre las virtudes e inteligencias de los brutos, y más he leído aún en autores novísimos, sabios y poetas, entre los que se distinguen el doctor Jonatas Franklin y el novelista Mery por las habilidades, honradez y talento que atribuye a un elefante en su novela El paraíso terrestre.

Pero excitado por la novedad del trabajo y á impulsos también de mis hábitos de novelista, empecé á escribir y á escribir, sin darme cuenta de que en vez de un «escenario» producía una novela, y en veintiuna tardes terminé EL PARAÍSO DE LAS MUJERES. Nunca he trabajado tan aprisa y con tanto fervor. Creo que si me pusiera ahora á hacer una copia del presente libro emplearía más tiempo.

Pero, después de bien mirado el caso, ¿dónde estaba el conflicto? El conflicto existe cuando el ánimo no ve salida clara para la angustia que le acongoja; pero en el caso de él no cabían dudas ni vacilaciones, porque había una puerta franca y expedita, nada más que una, una sola: la única que podía haber. ¿Cómo no vio el torpe novelista lo que tan palpable debió estar delante de sus ojos?

Como novelista, no yo que D. Luis Montoto, el escritor a quien aludo, haya publicado nada antes de escribir y de publicar la novela que lleva por título Los cuatro ochavos. Como poeta lírico le conocía yo y le estimaba en mucho desde hace tiempo. En el movimiento intelectual y en la actividad literaria de que es centro Sevilla, figura entre los más ilustres literatos.