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Y a la luz de estas deducciones hallaba nuevos indicios en las últimas notas del diario, allí mismo donde por la mañana el juez de paz había buscado, sin encontrar, la confesión de la muerte voluntaria.

Es el vientre en forma de persiana, son los muslos descarnados, las manos que se manchan de herrumbre y los pies que se deforman. La Choute toma notas, y, cuando ha concluído, manifiesta que todo esto puede repararse. Me enviará usted discretamente todos sus productos, ¿verdad...?

Estos dos pormenores me hirieron como notas agudas en los segundos de suspensión y silencio a que nos indujo la sorpresa: la aureola radiante y los pies sangrientos. Pasen ustedes; pase usted particularizó, dirigiéndose a . Obedecí, no recobrado aún de la sensación humillante . Siéntese usted me instó. Quise disculparme y salir.

Oíase el gemido de la prensa, el roce del pegajoso rodillo negro y el rascar de la pluma del maestro sobre la piedra. Juan Bou, que aunque buen catalán tenía un oído infernal, destrozaba entre dientes La Marsellesa, como destroza el fumador la colilla del cigarro. Después escupía unas cuantas notas, y callaba para empezar de nuevo al poco rato.

En algunos patios se tocaba la guitarra y se cantaban alegres malagueñas o peteneras, de notas prolongadas, melancólicas, coreadas por los «¡olés!» y el palmoteo del concurso. En otros, una o dos parejas de niñas bailaban seguidillas.

Azorín pasa toda la mañana leyendo, tomando notas. A las doce, cuando tocan el caracol a modo de bocina para que los labriegos acudan, baja al comedor.

Dinorah corría en su busca, Höel arrastraba a Corentino medio loco de terror y la orquesta se apagaba lentamente, pianissimo, en un suave murmurio que dejaba sobresalir lejos, cada vez más lejos, hasta convertirse en un eco apagado, misterioso, mágico, las vibrantes notas de la campanilla de plata de Bellak, la cabra blanca .

»Pues bien, si algunas veces he considerado estúpida mi costumbre de escribir estas notas, y, si en cambio, en otras ocasiones las he aprobado, hoy me parece que ha sido en realidad una fortuna haberlas escrito, porque he podido, mediante ellas, convencer a Luis de lo que pensaba de él en ese tiempo. ¡Y ojalá hubiera escrito bien todas mis precisas impresiones de aquella vez que, desafiando a papá en chanza, tomó del trofeo un florete y se puso en guardia!

No hago más que extractar unas pocas de estas notas monótonas si se quiere, por el repetido acento del dolor. ¡Pobre madre mía! 29 de junio de 1824.

Ya no chillaban los carros de regreso de las tierras: ya no se oían los gritos de los paisanos azuzando al ganado al meterlo en el establo: ya no sonaban las esquilas de las vacas, ni mugían alegremente los becerros al sentir cerca a sus madres. Sólo las notas prolongadas, tristes, del canto de un aldeano se dejaban oír suavemente, apagadas por la distancia.