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Decididamente, es usted demasiado perfecta, señorita Elena, y su conciencia se alarma demasiado fácilmente... La caridad cristiana gana mucho cuando no se la exhibe con cierta pedantería... Aquí están las notas que deseaba su padre de usted. Sírvase usted entregárselas cuando vuelva. Saludé y me fui. Elena hizo un movimiento como para retenerme, pero nada dijo sin embargo.

Algunas horas después Delaberge se internaba en el bosque y se dirigía muy pensativo hacia Rosalinda. No tenían sus pensamientos ni la ligereza de las blancas nubecillas que corrían por encima de los árboles, ni tampoco la alegría de las flores, cuyas notas de color vivísimo salpicaban la hierba, sino que eran muy graves y trascendentales.

Moreno se mostraba torvo y receloso, hallándose tristísimo en la aborrecible compañía de «tanto explotador de la ignorancia humanaEn cambio D. Pantaleón, siempre grande y profundo, parecía hechizado; no se cansaba de hacer observaciones antropológicas sobre todo lo que veía y oía, sacando a cada instante su cuaderno de notas y escribiendo en él, sin advertir la curiosidad de que era objeto.

Era la poesía genuina, esplendorosa y diáfana, sin estrofas ni consonantes, ni mucho menos ripios, que nace de la comunicación de un alma sensible con la naturaleza. Era la poesía que en aquel momento expresaba un mirlo, que vino a posarse cerca, con sus notas puras y cristalinas.

Esto es lo que haré yo, y espero del amor y celo que he conocido en usted al real servicio y bien de la sociedad coadyuvará, ilustrando este plan con las notas que le parezcan oportunas al logro de nuestro deseos, para mayor servicio de Dios y del Rey, Nuestro Señor, y bien de estos naturales. Los materiales de que debe formarse esta obra no pueden ser ni más preciosos ni más abundantes.

Estas notas, escritas ligeramente de sobremesa, en el paseo, yendo de cacería ó en el mismo coche que le lleva ó le trae del ensayo, forman más de cien grandes legajos; algunas fueron apuntadas hace veinte años.

Pero luego las notas decaían, las bellas frases se enlazaban más lánguidas, la imagen de la dicha moría en un radio de sombra, y ya sólo podía oírse la tierna resignación del amor vencido ante la irremediable lejanía de su ideal ultraterreno.

Sin embargo, las que había bastaron para comentar con abundancia de escolios y notas el hecho extraordinario de apearse el Magistral de la carretela de los Vegallana donde todas con sus propios ojos cada cual le acababan de ver al lado de la Regenta. «En nombrando el ruin de Roma...», habían dicho muchos al ver aparecer la carretela.

Escuchándote, el alma se extasía, brilla luz de ideales en mi mente y calma de tus notas la harmonía la fiebre abrasadora de mi frente. Ahora que triste, enfermo y abrumado por desengaños, descansar quisiera en un rincón obscuro y olvidado. Oyendo el eco de tu voz de diosa, en el pecho sombrío la quimera deja caer sus pétalos de rosa.

El rocío de nubes blanquecinas Eterniza la flor de las colinas, Esa flor que en su cáliz peregrino Encierra el ósculo del amor divino, Llevado allí por las sublimes notas Del eterno cantar de los patriotas.