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Y con no tratarla nadie que se le cubriese pelo, solas las calvas se la cubría, porque hacía cabelleras; poblaba quijadas con dientes; al fin vivía de adornar hombres y era remendona de cuerpos. Unos la llamaban zurcidora de gustos, otros, algebrista de voluntades desconcertadas; otros, juntona; cuál la llamaba enflautadora de miembros y cuál tejedora de carnes y por mal nombre alcahueta.

El recaudador, por su parte, ha venido a tomar conmigo el vino blanco, menos por mi bodega que por su sobrina, cuyos méritos me ha ponderado durante la misa... Tienen que contar... Clarita... ¿No la pusieron de largo cuando yo estrené mis primeros calzones? , pero los años de campaña se cuentan dobles y ella ha conservado la frescura de su nombre.

Aquí, donde me ves, estoy en camino de hacer fortuna, por haberme encontrado hace seis meses a un viejo y canallesco nigromante, a un tipo astuto, a un hombre extraordinario... ¡al profesor Bálsamo...! BEAUVALLON. ¡Calla...! ¡Yo conozco ese nombre...!

Tía y sobrino tenían sobre esto altercados muy vivos... «¡Como si fuera un crimen idear cualquier clase de píldoras, cápsulas o grajeas, y allá te va un nombre!...». «Cápsulas hipoquitropíticas vegetales... o animales, lo mismo da... del Doctor Rubín... infalibles... contra cualquier cosa... contra la tisis... o el moquillo de los perros... Lo que importa es descubrir algo y plantarle unas etiquetas muy chillonas con tu retrato... Eres un mandria.

Príncipe y Sr. D. Jaime 2.º rey de Aragon, perpetuamente la mitad de las aguas del rio Huerba, que pertenecia á dichos pupilos por su padre, y que tenia el nombre de agua del Sr.

Entre los coleópteros, orden el más numeroso de la clase de los insectos, son dignos de mención como habitantes de las islas, las familias escaralecidos, malacodirindos y cerambicidos, cuyas especies más notables son los llamados escarabajos y los luciolos ó lampiridos, vulgarmente conocidos bajo el nombre de gusanos de luz, que con su vivísima fosforescencia convierten á los bosques durante la noche en fantásticas irradiaciones de luces esplendentes de colores caprichosísimos y diversos.

Se arrimó nuevamente entonces el viajero a los helados cristales, y se quedó así, inmóvil, meditabundo. El tren seguía su marcha retemblando, acelerándose y cuneando a veces, deteniéndose un minuto solo en las estaciones, cuyo nombre cantaba la voz gutural y melancólica de los empleados.

Al fin pronuncié su nombre y me sobrecogí de espanto, de tal modo que el sonido de mi propia voz me pareció extraño y lúgubre.

A las cinco y media de la mañana siguió la marcha, y paró á distancia de 5 leguas, en unas lagunas, que por no tener nombre se le puso del Pilar, donde hay alguna leña de cardo. Dia 13. Se marchó á la misma hora, y se fue á parar al parage de la Cabeza del Buey, á distancia de 8 leguas del antecedente.

Gloria me quería, me daba una cita, y esta cita tenía el singular atractivo para un poeta y un hombre del Norte de ser a la reja. ¡La reja! ¿Verdad que este nombre ejerce cierta fascinación, despierta en la fantasía un enjambre de pensamientos dulces y vagos, como si fuese el símbolo o el centro del amor y la poesía? ¿Quién es el que, por poca imaginación que tenga, no ha soñado con un coloquio amoroso al pie de la reja en una noche de luna?