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Cuando hubieron comido y bebido según su apetito, Quino, el más prudente y el más ingenioso de los hijos de Laviana, tomó la palabra y dijo: Dios te guarde, Nolo, y á tus padres y á tus hermanos. San Antonio guarde también al ganado que tenéis en la cuadra.

Mas antes que llegase al sitio un minero de baja estatura, de mísero aspecto, aquel Joyana amigo y compañero de Plutón se le plantó delante y le descerrajó un tiro en el pecho dejándole muerto. Nolo brincó como un león dejando abandonada á Demetria. En aquel momento una mano criminal, la mano de Plutón, avanzó por encima del hombro de aquélla y le dió una terrible cuchillada en la garganta.

Demetria guardó silencio también. Después profirió con firmeza: ; me atrevo. Pues ya está dicho todo exclamó el mancebo recobrando su carácter resuelto. Mañana bien temprano tomamos el camino de Laviana. Mañana no; esta noche. De día llamaríamos demasiado la atención y nos detendrían. Nolo quedó admirado, aunque ya conocía el valor y la firmeza de su amada en los casos difíciles.

Entonces el tío Goro, después de colocar su pipa delicadamente sobre el escaño, desplegó con más delicadeza aún el precioso documento que guardaba en el bolsillo y lo acercó bien al candil: «Mis queridísimos padres... Ven acá, Nolo; arrepara qué modo de plumear tiene mi cordera... ¿Qué te parece esta M? ¡Vaya una letra maja! ¿Y estas otras menudicas que le siguen van bien ó no van bien?

Jamás se diera el caso de que Firmo de Rivota, ni Toribión de Lorío, ni Nolo de la Braña ni Celso de Canzana, ninguno, en fin, de los héroes gloriosos que brillaban en los combates provocase la pelea. Esta odiosa misión parecía encomendada á algún chicuelo insolente, á algún despreciable zagal que después de prender fuego á la mecha solía desaparecer como si le hubiese tragado la tierra.

Cállate, Nolo. no comprendes. Belarmino es un grande hombre. Y Apolonio, él es también un otro grande hombre. Yo quiero mostrarles cuánto les amo y les admiro. Es por esto que les llevo estas gruesas tartas de Pascua y las gruesas fuentes de natillas, y muchas de docenas de gruesos pasteles, como los otros años, ¡tantos!, en este mismo día.

Á uno de estos grupos, compuesto de jóvenes de veinte á veinticinco años, se acercaron los tres embajadores para comunicarles la negativa inflexible de Nolo de la Braña. Sus corazones se llenaron en seguida de tristeza y consternación, presagiando horribles desastres.

¡Y que lo digas, Joyana! respondió el interpelado dirigiendo sus ojos á Nolo y Demetria que allá lejos proseguían su plática amorosa. ¿No sería lástima que un caramelo tan rico cayese en la boca de este zángano de la cara de pan? volvió á decir Joyana apoyando su proposición con una blasfemia.

Esta mañana todavía estaban en el mismo sitio los dos pedazos del palo:... aquí los traigo para que nadie me llame embustero. Y el glorioso hijo de la tía Jeroma sacó por debajo de la chaqueta que llevaba sobre el hombro los dos cachos del garrote, mudos testigos de su valor indomable. Nolo los contempla con expresión irónica y dice riendo: ¡Lástima de palo!

Nolo sintió latir su corazón con violencia y un rayo de alegría iluminó su semblante. La tía Felicia, sofocada por el llanto, no supo más que exclamar: ¡Cuánto más hermosa estás así!, mi reitana. Pero el tío Goro supo al fin encontrar en lo recóndito de su cerebro una sentencia adecuada. La verdadera hermosura, Felicia, no está en el cuerpo, sino en el alma.