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Entonces, viéndose perdido, no halló otro recurso que volver la espalda y darse á correr moviendo con ligereza sus piernas. Pero el valiente Nolo le seguía de cerca lleno de confianza en sus pies rápidos. Dos veces dieron la vuelta entera al campo de la romería.

Así que, al casarse su hijo mayor, el tío Pacho construyó una casa de piedra al lado de la suya para que se acomodase. Hizo otro tanto al casar á su hija. Y cuando á su tercer hijo, Nolo, le tocó en suerte el ir de soldado, el viejo aldeano montó á caballo y alegre como si fuese á una romería depositó en las oficinas de Oviedo trescientos duros en doblones de oro para redimirle del servicio.

Nolo y los de Fresnedo los alcanzaron cerca de la peña de Sobeyana y les calentaron bien las espaldas. Todos levantan la cabeza y admiran el porte gallardo de entrambos jóvenes. ¡Bravo mozo! exclamó D. Félix mirándole con complacencia. No hay otro más real ni más valiente desde el Condado á los Barreros manifestó el vecino que había hablado.

Pero Demetria, que tenía el rostro demudado, la retuvo con fuerza de la mano. ¡Déjame á ! Flora cedió de buen grado. Saltaron los tres á la barca y aquélla fué á situarse en la proa para dejar solos á los novios. Nolo hubiera querido quedarse en tierra, hubiera querido ir también á la proa, hubiera querido que la barca se hundiese; todo menos quedarse mano á mano con Demetria.

La mala ventura de Toribión quiso que al hacer la tercera vuelta se le enredasen los pies entre un helecho y cayese de bruces. Alzóse rápidamente, pero antes que pudiera emprender de nuevo la carrera un garrotazo de Nolo le hizo dar con su pesado cuerpo en el suelo.

La muchedumbre arrodillada sobre el césped asiste recogida y silenciosa al santo sacrificio mientras la brisa de la montaña agita las hojas de los árboles y refresca suavemente sus sienes. Demetria, de pie como sus tres compañeras al lado de la Virgen, había encontrado los ojos de Nolo posados sobre ella.

La verdad es, chiquillo repuso Celso poniéndose serio también, que á Nolo le zumba el alma con el palo en la mano. ¿Que si le zumba! exclamó Quino aceptando, sin comprenderlo, el lenguaje pintoresco de su amigo. Habías de verlo desenvolverse como yo le he visto el año pasado en la romería del Otero. Tenía seis hombres encima de y no de los peores de Rivota.

¡Jesús, qué diablos de hombres! ¡Me habéis asustado! exclamó Flora pasando instantáneamente del enojo á la risa. Demetria no dijo nada, pero clavó sus grandes ojos límpidos en Nolo con expresión amorosa.

Nada; sus registros resultaban siempre inútiles. La desventurada Felicia lloraba sin cesar. Nolo hacía esfuerzos por animarla. Pero tanto como ella necesitaba él de alientos, aunque por diferente motivo.

Detúvose, un momento lleno de confusión y al cabo llamó dando un golpe. ¿Quién está ahí? preguntó la mujer como si despertase sobresaltada. Soy yo, Pepa. ¿Quién es? volvió á preguntar como si no le reconociese. Soy yo, Nolo. Perdona, Nolo, pero ya estoy en la cama. ¿No acabas de decirme que volviese en seguida? Pues ya estoy aquí... ¡Abre! profirió el mozo irritado.