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Pues así estaba Nolo en medio de aquellos mozos... Pero el palo restalla y se le quiebra en las manos... Ya está perdido... ¡Ahora si que le van á moler las costillas!... ¡Ca!... Más de prisa que te lo cuento da un salto adelante, arranca el palo á un mozo, vuelve á saltar atrás y empieza á sacudirlo como si fuese un junco del río. ¡Muchachos, en verdad os digo que era gloria el verlo!... Yo estoy en fe de que en toda la parroquia de Villoria no hay ahora ninguno capaz de ponerse delante de Toribión de Lorío más que él... y ¿por qué no hemos de ser francos? tampoco en la de Entralgo.

Al ver á aquel animalito tan lindo, tan tierno y vivo al mismo tiempo, Demetria perdió la chabeta, daba saltos y gritos, le alzaba entre sus brazos, le besaba en el hocico, no podía separarse un punto de él ni tenía ojos para otra cosa. De tal suerte que Nolo, al verse tan pospuesto, no sabía si alegrarse ó arrepentirse de habérselo regalado.

Así ataviado se puso en marcha y bajó á Fresnedo. Llamó en una de las primeras casas; preguntó por uno de sus amigos; le dijo algunas palabras al oído. El semblante del mozo se contrajo. Nolo le hizo una pregunta en voz baja. Respondió el mozo con un signo de afirmación. Nolo se despidió. En esta forma recorrió las casas de los más bravos guerreros de Fresnedo.

Mientras tanto la tía Felicia había despachado á toda prisa al zagal á la Braña, sospechando que hubiera podido ir á hablar con Nolo.

Dejaba trascurrir el tiempo tumbado sobre el césped mirando pacer el ganado ó acariciando distraído la cabeza del mastín. Por fin llegó el otoño. El tío Goro retiró sus vacas. Nolo no pudo resistir más.

No importa, vamos allá... Retírate un poco hacia el arroyo para que parezcas mi criado... Perdona, rapaz, pero no hay más remedio... Tira ese garrote. Con harto sentimiento dejó Nolo su nudoso palo de acebuche arrimado á la pared de una casa y se apartó un trecho de la elegante señorita, caminando sin embargo á su lado. Ella le guió al través de las calles hacia la Puerta Nueva.

Pensé que habían tomado por el monte abajo y se habían ido á Carrio... Me admiró porque no creía que Demetria tuviese amistad con ese pícaro... Guardó silencio. Nolo, inmóvil y pálido, esperó todavía algunos instantes á que prosiguiese. ¿Es eso todo? Todo. ¿No sabes más? Nada más. Bien... pues muchas gracias y hasta la vista.

Los jóvenes se sentaron á la par en el escaño y en voz baja y con largos intervalos de silencio comenzaron á hablarse, uno y otro tan tímidos que en la hora que así estuvieron no se miraron una vez á la cara. Al sábado siguiente volvió Nolo también, y al otro, y al otro; en fin todos los sábados. No hubo necesidad de declaración de amor: el amor se había declarado por mismo.

Demetria, de pie en medio de la cocina, se puso tan colorada que parecía imposible ponerse más. Sin embargo, Nolo se puso aún más que ella. La tía Felicia los miró á entrambos con gozo y fué á sentarse de nuevo en su tajuela.

Iba á tomar la palabra y rebatir con intrincada y feliz argumentación las ideas de D. Félix; pero en aquel instante por el camino cortado en la colina que domina la iglesia aparecieron Nolo de la Braña y su primo Jacinto de Fresnedo. Ahí está el hijo del tío Pacho de la Braña dijo un vecino. Esta noche los de Lorío metieron en casa á nuestros rapaces, pero no llegaron á la suya riendo.