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La noche del dia 1.º de Pascua, en cuya tarde recibió este Corregidor la noticia que le despaché desde el Rio Atuel, del buen éxito de la empresa, mandó poner luminarias en toda la ciudad, y hubo repique general de campanas: y al dia siguiente se cantó misa de gracias en la Iglesia Mayor, á que concurrió este Ilmo.

Mis deseos se frustraron en parte: llegamos á Santa Cruz á las ocho de la noche, y habiendo dicho el capitan que solo nos detendríamos el tiempo necesario para dejar y recojer la correspondencia, ningun viajero saltó á tierra.

Después de una mala noche, Ulises se levantó, resuelto á esperar á la viuda en la entrada del hotel.

Anoche estuve toda la noche discurriendo muy intranquilo, los sesos como ascuas, porque al plan, mejor dicho, al sistema no le faltaba más que una fórmula para estar completo... ¡La maldita fórmula...! Por fin, ahora, hace un ratito, se me ocurrió; di un brinco de alegría.

Todo ese falso brillo no vale nada para sentir perderlo. Mostró á Jacobo la ventana, ya blanqueada por el alba, y con una sonrisa en la que apareció toda su antigua gracia, dijo: ¡Me perdonarás, Jacobo! ¿Verdad? Jacobo quiso responder, pero ella le impuso silencio. No. No digas nada. Espera á esta noche... ¡Adiós!

La maduré por el camino, la encontré razonable, sin inconvenientes para ninguno, y el regreso a mi vivienda, de noche y en una tierra que conoces, no era, por cierto, distracción capaz de hacerme cambiar de propósito. Me faltó habilidad y sólo he logrado desfigurarme. No importa: he matado a Oliverio y ya le llegará su hora a lo poco que queda de él. Me marcho de Orsel y no volveré más.

Solo el mar, cuyas olas se habían encrespado con la brisa de la noche como si despertasen del calor del día, enviaba sus roncos bramidos, su canto inmortal al estrellarse contra las enhiestas rocas.

Resistió unos instantes a pie firme la violencia de la ráfaga, y en vez de soltar alguna interjección enérgica, que nunca fuera más al caso, dejó escapar un suspiro de angustia. ¡Ay, Jesús mío, qué noche! Se arrimó a la pared, y cuando el viento sosegó sus ímpetus siguió su camino.

Tornó una fragata, que había venido al pasar de Malta la armada, á tratar rescates de unos sobrinos del Maestre en cambio de otros turcos que la Religión tenía. A los 21 de agosto partimos de Agusta, y diciendo que habían de ir á la Fosa de San Juan á rescatar, la armada pasó á vista de Catania y aquella noche llegó á Cabo de Espartivento.

Los que no se percataban del vivo por insignificante, piensan en él cuando muerto, pues con morir hace lo más digno de conmemoración de su vida; realiza su esencia, como dicen los filósofos a la moda: los que le envidiaban deponen la envidia; los que le odiaban el odio; los que estaban hartos de verle se alegran interiormente con que ya no le verán, y para desagraviarle de esta alegría, y evitar que venga por la noche, en pena, a tirarles de los pies, hacen de él los mayores encomios; todos sus defectos desaparecen por lo pronto, como si se hundiesen en el sepulcro, y sólo se ven sus perfecciones; en resolución, el muerto se reconcilia muriéndose con casi todo el género humano, por lo mismo que se va y deja siempre algo que heredar: cuando no quintas y palacios, un puesto al sol para pedir limosna.