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Restauracion tampoco la hay propiamente hablando; no se restaura lo que no pereció.

El sepulturero volvió, y echándose de pecho en el suelo, apoyado en los codos y el frasco bajo las narices, esperó. ¡Su cloro! No es mucho, que digamos. Y aún morfina... ¿Usted conoce el amor por los perfumes? ¿No? ¿Y el Jicky de Guerlain? Oiga, entonces. A los treinta años me casé, y tuve tres hijos. Con fortuna, una mujer adorable y tres criaturas sanas, era perfectamente feliz.

Nada mas que setenta y dos, dixo el académico, y todos los dias nos lamentamos de tanta escasez; que nuestra imaginacion se dexa atras nuestras necesidades, y nos parece que con nuestros setenta y dos sentidos, nuestro anulo, y nuestras cinco lunas, no tenemos lo suficiente; y es cierto que no obstante nuestra mucha curiosidad y las pasiones que de nuestros setenta y dos sentidos son hijas, nos sobra tiempo para aburrirnos.

El amor, la ira, la compasion, la alegría, la tristeza, y tantas otras que nos agitan y perturban, ¿no son excitadas muchas veces por la simple presencia de un objeto?

Un espacio simple, un espacio sin partes, no es espacio, es una contradiccion; un tiempo simple, un tiempo sin partes, tampoco es tiempo, es una contradiccion. Un espacio cuyas partes no sean continuas, no es espacio; un tiempo cuyas partes no sean continuas, no es tiempo.

Es excusado afirmar que carece de exactitud esta aserción de Rojas, al atribuir á nuestro Lope la invención del introito, y tampoco hay necesidad de repetir cuál haya sido su inventor. Ni merece entero crédito lo que añade acerca de la división de sus dramas en actos, puesto que no se encuentra en las antiguas ediciones, aunque puede suceder muy bien, que semejante error sea sólo de imprenta.

Wolsey se venga entonces de las humillaciones que ha sufrido antes de su Reina, arrancando con sarcasmos á la princesa María de los brazos de su madre; la Reina se dirige entonces á Ana, pidiéndole su intercesión: pero ésta se vuelve y la deja con mal disimulada alegría, y sólo Margarita no abandona á la desgraciada. Acto tercero.

No es posible cultivar el sentido de la dignidad, ni del respeto de mismo cuando se diseminan doctrinas como las que resultan de los siguientes ejemplos, en la novena de Santa Rosa de Lima: "Llevada de su humildad, hacía que una criada le pisara los labios," (pág. 10). "Amaba más los desprecios que las mundanas honras *

No me preocupa la política dijo el maestro de capilla ; lo mismo me importan reyes que repúblicas: yo soy un súbdito del arte. No lo que la monarquía será en esos otros países que usted ha visto, pero en España noto que es cosa muerta. Se tolera como una de tantas creaciones del pasado, pero no inspira entusiasmo y nadie está dispuesto a sacrificarse por ella.

Los que no se hayan criado en un pueblo, nunca sabrán cuán apetitosa golosina es el sombrero para una artesana. Era doña Paula alta, seca, desgarbada. Cuando joven había sido buena moza; pero los años, la clausura continua, a la que no estaba avezada, y sobre todo la lucha que venía sosteniendo con el público para establecer su jerarquía, la habían marchitado antes de tiempo.