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Hay en nuestras sociedades enemigos muy espantosos, a saber: la especulación, el agio, la metalización del hombre culto, el negocio; pero sobre éstos descuella un monstruo que a la callada destroza más que ninguno: es la codicia del aldeano.

18 Porque la Escritura dice: No embozarás al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su jornal. 19 Contra un anciano no recibas acusación, sino con dos o tres testigos. 20 A los que pecaren, repréndelos delante de todos, para que los otros también tengan temor. 22 No fácilmente impongas las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos; consérvate en limpieza.

No miraba nada; por nada del mundo habría osado poner la mano sobre ninguno de los objetos que me rodeaban; inmóvil, atento sólo a penetrarme de aquella indiscreta emoción, sentía agitarse convulsivamente mi corazón, y tan precipitados eran sus movimientos, que instintivamente me apretaba el pecho con ambas manos para ahogar en lo posible los incómodos latidos.

16 Y hacía a todos, a los pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, tomar la marca en su mano derecha, o en sus frentes; 17 y que ninguno pueda comprar o vender, sino el que tiene la marca, o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. 18 Aquí hay sabiduría.

4 que cada uno de vosotros sepa tener su vaso en santificación y honestidad; 5 no con afecto de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios: 6 que ninguno oprima, ni calumnie en nada a su hermano; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y protestado. 7 Porque no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación.

Y comenzaba a charlar alegremente o traían un cuaderno en que había copiado versos, algunos en francés, y éstos ella exigía que los leyese Adriana, porque los decía con una admirable pronunciación. Generalmente las Aliaga charlaban con volubilidad, proyectaban viajes, sin propósito ninguno de realizarlos y se daban bromas con jóvenes a quienes no veían desde largos años atrás.

Y no era ese tampoco el propósito de la fotografía, por bajo de la cual había este letrero: mi modo de vivir en Oriente. En otra fotografía más pequeña, aparecía ya el joven señor con más claros pormenores. Estaba él solo, de cuerpo entero, pero sin accesorio ninguno.

D. Martín estaba malhumorado y disputaba a cada jugada. D.ª Eloisa hablaba tranquilamente del caso. Ninguno, por estupendo que fuese, conseguía alterar el sistema nervioso de la buena señora. Su interlocutora D.ª Serafina seguía dirigiendo frecuentes miraditas y sonrisas a su capellán; pero éste se había puesto repentinamente serio, cejijunto.

No conocía a ninguno de los dos; pero la cara de Ido del Sagrario no era nueva para él, y creía haberla visto en alguna parte, aunque no recordaba dónde ni cuándo. ii

Siempre que les unía la necesidad de defender sus derechos, pensaban inmediatamente en Ulises. Ninguno escribía como él.