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Pero vendrá, y aunque no hemos de ver esa realidad, digna de ser admirada, desde aquí nos consuela el penetrar con el pensamiento en un porvenir oscuro, y contemplar las hermosas novedades de la España de nuestros nietos. En tanto, no puedo tener entusiasmo como usted, porque no creo en el presente. Me parece que asisto a una mala comedia. Ni aplaudo ni silbo.

Además, temía que le faltase el tiempo para saborear los grandes cambios realizados en su propiedad. Me quedan pocos años decía , y no puedo malgastarlos vagando por Europa, cuando tantas cosas debo hacer aquí. Celinda me dará muchos nietos, y no quiero que sean unos pobretones.

En España decía gravemente no hay cristiano que pueda levantar el dedo. Todos somos nietos de judíos o de moros. Y el que no... el que no... Aquí se detenía, y tras una breve pausa afirmaba con resolución: Y el que no, es nieto de fraile. En la Península no se conoce el odio tradicional al judío que aún separa la población de Mallorca en dos castas. Pablo Valls se enfurecía hablando de su patria.

Y si alguno de nuestros hijos, nietos o parientes cayere, por alguna desgracia, en manos de la justicia, ¿habrá favor tan bueno que llegue a la oreja del juez y del escribano, como destos escudos, si llegan a sus bolsas?

Mas la viuda de Ti-Chin-Fú, las mimosas señoras de su descendencia, los nietos pequeñitos... ¿los dejaría bárbaramente morir de hambre y frío en las negras viviendas de Tien-Hó? No. Esos no eran culpables de las pedradas que me tiró el populacho.

El mayordomo, poco atento para su aspecto encogido y la pobreza de su traje negro, la había colocado en un camarote de dos personas, dándole por compañera a Concha, la muchacha de Madrid, «esta buena señorita», como la llamaba ella aun en los momentos de mayor intimidad. Regresaba a la tierra natal después de haber pasado unos meses en Holanda cerca de sus nietos.

El se imaginaba una viña en la costa, una vivienda blanca con emparrado, á cuya sombra fumaría su pipa, y toda la familia, hijos y nietos, extendiendo la cosecha de pasa sobre los cañizos. Le unía á Ferragut una admiración familiar, igual á la del antiguo escudero por su paladín, á la de un sargento viejo por un oficial de genio.

D. Gregorio algunos graciosos y queridísimos nietos, que fueran el hechizo y el consuelo de su cansada senectud. No acierto a encarecer cuánto se deleitó Rafaela al concebir este proyecto y el arte delicado y el impaciente afán con que trató de realizarle.

Los carruajes mismos, parece que van contentos, y como de victoria. Los pobres mismos, parecen ricos. Hay una quietud magna y una alegría casta. En las casas todo es algazara. Los nietos ¡qué ir a la puerta, y aturdir al portero, impacientes por lo que la abuela tarda! Los maridos ¡qué celos de la misa, que se les lleva, con sus mujeres queridas, la luz de la mañana!

El abuelo cerraría sus ojos mirando al sol, con la tranquilidad del que cumple su deber volviendo a la tierra de donde surgió; ellos los cerrarían también, cuando les llegase su hora, amándose hasta el último momento, y sobre sus sepulturas continuarían la obra de trabajo y libertad sus hijos y sus nietos, más felices que ellos, desconocedores de las crueldades del mundo antiguo, pensando en los ricos ociosos y en los señores crueles, como piensan los niños en los monstruos y los ogros de los cuentos.