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«Luego adelante iva un gran Castillo que dezian la Rueda, é una Torre alta en medio, é otras cuatro torres á los cantos, é la de enmedio era foradada fasta ainso, é enmedio iva una Rueda muy grande en que ivan quatro donzellas, é en cada una la suya que dezian que eran las quatro virtudes, Justicia, é Verdad, é Paz, é Misericordia, é en cima de la gran Torre de medio estava un assentamiento de silla, é iva en ella sentado un Niño vestido de paños Reales de Armas de Aragon é una Corona de oro en la cabeça, é en la mano una espada desnuda de la baina, que parecia Rey é estava quedo, que non se movia de suso de sus pies, la rueda se movia, é las Donzellas ivan en ellas dezian, que eran á significanza de los cuatro que demandavan los Reynos de Aragon, é las quatro Virtudes ivan en las Torres, que ivan vestidas de paños blancos de Sirgo broslado de oro, é cada una de aquestas iva cantando á Dios todos loores del Señor Rey é de la ecelente fiesta, é cada una dezia una copla, que yo torné en palabras Castellanas; la primera dixo, que era Justicia, que ella encomendava, é la segunda, que era Verdad, la cual cantando dixo que ella avia, é era en su poder, la tercera Paz loava en su canto su paciencia é por ende mucho le ensalçava, la quarta era Misericordia que mucho lo loava por misericordioso é por Sabio é discrepto é muy sesudo; é Justicia llevava una espada en la mano, é Verdad llevava unas balanças, é Paz unas Palmas é Misericordia llevava un cetro

Nos engañó desde niño, cuando, fraguando una conspiración contra un favorito aborrecido, muy superior á Fernando por su inteligencia, adquirió una popularidad que pronto pagó España con la sangre de sus mejores hijos.

Callaban, pero su gesto era de frialdad ante la distancia enorme de aquel porvenir en el que depositaba el maestro sus esperanzas de bienestar. Ellos lo querían al momento, con la avidez del niño al que se muestra una golosina poniéndola después fuera de su alcance. El sacrificio, la obra lenta en favor del porvenir, no les entusiasmaba.

Las primeras lecciones del hogar familiar envuelven el alma del niño de un dulce calor, la penetran y la fecundan. Pero más que las lecciones, produce sus frutos el ejemplo e imprime en aquella blanca cera una huella indeleble.

Las pesetas caían al suelo, y Juanito no se arrepentía de su generosidad. Indudablemente, allá arriba había alguien viéndolo todo: lo mismo lo que pasaba por las tardes en una alcoba, que lo que ocurría por la noche en un paseo solitario entre dos mendigas pequeñas y un hombre más niño que ellas. La desgracia le perseguía. ¿Quién sabe lo que le estaba reservado?

Hay que confesarlo, porque es la pura verdad, los únicos progresos literarios y científicos del colegio de la Merced se hacían en estos días de crisis monetaria. La llegada de Miguel no causó efecto alguno, ni en profesores, ni en discípulos: un niño más, y bien atrasadito por cierto.

Busqué y toqué la cesta en que su mano había colgado pocos instantes antes su bordado, comenzado. ¡Ay, pobre corazón! Caí de rodillas ante el lugar que ocupaba, y allí, con la frente sobre el mármol, lloraba y sollozaba como un niño. ¡Dios mío, cómo la amo! Aproveché las últimas horas de la noche para hacerme conducir secretamente á la pequeña ciudad vecina, donde tomé el carruaje de Rennes.

¡Pen-Ouët! ¡Pen-Ouët! gritó con un acento de cólera y de reproche ; ¿dónde estás, maldito niño? ¡Por San Pablo! ¿no sabes que se acerca la hora en que las cantadoras de la noche se disponen a errar por la playa? No se oyó más que el mugido de la tempestad que parecía redoblar su furor. ¡Pen-Ouët! ¡Pen-Ouët! gritó una vez más. Pen-Ouët prestó por fin oído.

Petrona, por supuesto, no estará en la sala, ni ese es el baile que debía dar el niño Pedro Real; pero ella estará donde la pueda ver su niñita Ana, y mandarle todo lo que necesite, porque «ella baila con ver bailar, y lo que hace no lo hace por servicio, sino porque ha cobrado mucha afición». Ya está tan contenta como si fuese la señora.

Al día siguiente, gracias a la febril actividad del niño y mediante algunos consejos del capellán para que pusiese cada personaje en su sitio, quedó el nacimiento colocado sobre una gran mesa en el cuarto de estudio. Nunca vieron ojos de muchacho cosa tan bonita. ¡Qué propio estaba!