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La niña clavó en él su mirada límpida, y también preguntó: ¿La quieres ? Yo . Pues yo también, .... ¿Te gustaría vivir con ella? Carmen dijo prontamente: Quiero vivir contigo y le echó los brazos al cuello con ternura. El la enlazó en los suyos lleno de emoción, murmurando con la voz quebrada: Pero si yo tuviera que marchar....

Esa costumbre de echar a la suerte es obscuro, pero la niña no ha sido enciada; hay designios, , hay designios a nuestro respecto. Este diálogo tuvo lugar en tiempo de los primeros años de Eppie cuando Silas tenía que separarse de ella dos horas por día para que fuera a aprender a leer con la maestra de escuela.

La niña rezagada de nuestra historia seguía siempre, y aunque de lejos, las evoluciones de las que corrían, y frecuentemente, al encontrarse con alguna de ellas, corría también, como si se forjara la ilusión de que la perseguían al escondite o la disputaban el sitio a las cuatro esquinas.

Se levantó y pasó al otro cuarto, se detuvo delante del postigo y miró, a través del vidrio, a la niña que estaba en un rincón leyendo y estudiando sus lecciones. Marta se detuvo, inmóvil, para no distraerla. Fijó en ella sus ojos como si buscara en aquella larga y profunda mirada la fuerza necesaria para no sucumbir en la prueba temida. En aquel momento sintió claramente que abrían la puerta.

En efecto, aquella luz tostaba el blanco rostro de la niña, lo encendía con reflejos de sol moribundo y lo animaba con la expresión ardiente y feroz de las naturalezas meridionales.

Dando descomunales saltos, una liebre corrió hasta cerca de la pareja, y alzando su brillante mirada y aterciopeladas patas delanteras, se sentó y los contempló. Una bulliciosa ardilla se deslizó por medio de la corteza resquebrajada de un pino derribado, y se quedó allí parada. Te estamos esperando, Melisita dijo el maestro en voz baja, y la niña se sonrió.

Sentíase la buena señora transportada a sus verdes años; casi olvidaba su pobreza, y movida del generoso instinto que en aquella edad primera había sido fundamento de su carácter imprevisor y de sus desgracias, propuso a Nina que se trajeran para Frasquito dos botellas de Jerez, pavo en galantina, huevo hilado, y cabeza de jabalí.

Ella no te puede recordar como una mujer recuerda a un hombre, como una novia recuerda a su novio, sino como una niña recuerda a su hermano mayor. Tiene, pues, que añadir imaginariamente la cualidad de amante y pensar en ti de otra manera que hasta ahora ha pensado. »Todo esto, y más, que comprenderás sin que yo lo diga, se agita en la mente de Inés.

Es verdad dijo con la voz opaca y convulsiva ; decid á una pobre niña abandonada de todo el mundo: fuerte, renuncia al amor, que es tu vida, porque la desgracia te ha hecho indigna del amor de un hombre honrado; ensordece, cuando puedas escuchar palabras de consuelo; ciega, cuando el sol de la felicidad nace para ti; muere, cuando empiezas á vivir; no, Dorotea, no; vivirás; porque Dios quiere que vivas; amas á ese hombre; ese hombre será para ti... ó para nadie... y cuenta con que el Santo Oficio se ponga frente á frente del bufón.

Fueran o no buenos los baños de los Jerónimos, ello es que la niña había ganado, tomándolos, carnes y colores, amén de un apetito excelente. En cuanto al pequeño, excuso decir que con las aguas del Manzanares se puso a reventar de sano. Su robustez era tal, que no cesaba de probarse a misma y de cultivarse para llegar a ser más grande y poderosa.