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, niña... ¿no ves que confieso con él?... No había más remedio... Le dije: «Mire, D. Narciso... no se ofenda usted... pero yo, viéndoles a usted y a Obdulia jugar en el jardín, tengo sospechas... se me ocurren malos pensamientos.» ¡Ave María, qué barbaridad! ¿Y qué dijo él? Se puso todo sofocado... ¡Uf!

No tuvo, por último, más que un mérito: murió al cabo de siete u ocho años, dejando a Fabrice una niña que por dicha no se parecía a su madre.

Quedábase estática y lela delante de la señorita, devorándola con sus ojos, y si esta le cogía la cara o le daba un beso, la pobre niña temblaba de emoción y parecía que le entraba fiebre. Su manera de expresar lo que sentía era dar de cabezadas contra el cuerpo de su ídolo, metiendo la cabeza entre los pliegues del mantón y apretando como si quisiera abrir con ella un hueco.

Por tales razones y porque Carmelita así la llamase con frecuencia, D.ª Nuncia, que pasaba algo de los ochenta, era conocida en Lancia por el sobrenombre de «la NiñaEn los amores de Emilita Mateo se portaron ambas hermanas heroicamente. El capitán Núñez fue bloqueado en toda regla.

La niña estaba alegre, satisfecha: Miguel la sacaba a bailar con más frecuencia que a las otras: luego procuraba colocarse a su lado para tenerla cogida de la mano, que se complacía en apretar suavemente y acariciar. Después de bailar uno frente a otro, los jóvenes tenían la costumbre de abrazarse un instante al concluir.

A veces interrumpíase el estertor de su respiración con una tos seca, lanzando espectoraciones estriadas de sangre. La vieja movía la cabeza. Ella esperaba algo negro y monstruoso, una oleada putrefacta que, al salir, se llevase todo el mal de la muchacha. Una tarde la vieja prorrumpió en alaridos. La niña se moría; se ahogaba.

Antes de que pudiera comprender que todo aquel centellear de vidrios procedía de los colgajos de la lámpara del comedor, iluminados por una vela que acababa de encender Doña Paca para revisar los cuchillos que de la casa de préstamos acababa de traerle Juliana, apareció esta en la puerta del comedor, y cortando el paso a la pobre vieja, le dijo entre risueña y desabrida: «Hola, Nina, ¿ por aquí? ¿Has parecido ya?

Pero la niña, embargada por la emoción, no sabiendo a qué atribuir aquel despego y queriendo vencerlo a toda costa, próxima a llorar, se echó aún más sobre el regazo y trató de subirse para alcanzar su rostro. Dame un beso, madrina. ¡Quita! ¡Déjame! replicó la dama impidiéndola alzarse. La niña se obstinó. ¿No me quieres? Dame un beso.

¡Pero si ha sido una broma, niña!... Perdóname, soy muy bruto. Pégame: dame una bofetada, que bien lo merezco. María de la Luz, con el rostro ligeramente arrebolado por el restregón de sus manos, sonreía vencida por la humildad con que el novio imploraba su perdón. Te perdono, pero márchate en seguía. ¡Mira que van a salir!... , ¡te perdono! ¡te perdono! No seas pelma. ¡Vete!

«¿Quién es esta madama? dijo la Pitusa, que con presteza lo cogió para examinarlo . Como guapa, lo es... Quería yo prosiguió Frasquito tomando aliento a cada sílaba , demostrarle a Obdulia su perfecta semejanza con... Pues este retrato no es de la niña dijo Benina contemplándolo . Algo se le parece en el corte de cara; pero no es mismamente. Digan ustedes si se parece o no.