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Pero mientras Clara esté enferma, casi fuera de , con una especie de fiebre continua, no he de sufrir que se tome ese estado febril por éxtasis místico, y esos ataques nerviosos por llamamientos del cielo. Es mi hija, voto á quince mil demonios, y no quiero que me la maten. Ahora mismo voy á ver á Doña Blanca. Romperé la consigna para entrar.

Que la fiebre exista ó no con localizacion de la inflamacion, la pars mandans está siempre en la impresion recibida por los centros nerviosos y trasmitida al corazon. Esto es lo que hace tan importante al acónito en casi todas las fiebres, y por lo que tiene el sobrenombre de antiflogístico por escelencia, y esto es lo que le diferencia positivamente de la árnica.

Su sillón, antes inmóvil, con sólida estabilidad, parecía agitado por estremecimientos nerviosos, lo mismo que una bestia que jadea afirmada sobre sus patas. La raza, como si la animase de pronto un alma traviesa, iba a pequeños saltos, repiqueteando en su plato, de un extremo a otro del velador.

Agitaba los brazos, dando alaridos salvajes de reto que sacaban a los toros de su inmovilidad. Unos saltaban nerviosos, acometiendo con la cabeza baja contra aquel hombre que venía a turbar la paz de su encierro. Otros se ponían firmes sobre las patas, aguardando con la cabeza alta y el gesto fosco a que el atrevido osase acercarse a ellos.

§ III. Efectos terapéuticos. 1.º Estado prodrómico. Por variados que sean los síntomas nerviosos del acónito, tienen relativamente una marcha mas constante que en otros medicamentos, y una fijeza de accion mas pronunciada.

El reposo agrava y el movimiento alivia los dolores, así como los demás fenómenos nerviosos de la barita; es necesario agregar, que el lado izquierdo, que es el menos ejercitado, es el mas afectado, lo cual constituye un indicio mas de la naturaleza asténica de sus síntomas.

El niño, avezado a callar por el largo y silencioso sufrir de su corta vida, calló una vez más devorando su rencor y sus lágrimas, y una hora después, cuando la campana llamaba a los alumnos a clase, Paco Luján no dio señales de haberla oído y siguió clavado en el banco, con la cabeza entre las manos, sin más muestras de vida que los frecuentes estremecimientos nerviosos que recorrían todo su cuerpo.

Pilar no había gozado nunca de buena salud; era endeble, paliducha, tosía con frecuencia, sufría accidentes nerviosos, síntomas todos que se atribuyeron primero a la vida de trabajo que había llevado, y luego al estado interesante en que quedó a los dos años de casada.

Todo es en ellos bizantinismo, todo artificios de decadencia y afeites de vieja, todo intemperancias coloristas y estremecimientos nerviosos en la frase. Si ese estilo es natural, mucho debe de haber cambiado la naturaleza al pasar por los boulevards de París.

Componíase de cuatro ilustres personajes de tanto peso y autoridad en la república de las letras, que apenas comprendo hoy cómo fuí capaz de convocarles para una lectura de cosa mía, naturalmente pobre y sin valor. Aterrábame, sobre todo, el mencionado Duque de los gestos nerviosos, el más eminente crítico de mi tiempo, según opinión de amigos y adversarios.