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En fin, que nos citamos para esta su casa a las diez de la noche, y a las diez y cuarto estaba aquí D. Juan Nepomuceno con seis mil reales en plata. Esta es la historia. ¡Aquella era la historia!, pensó Reyes desde el abismo de su postración. Estaba aturdido, se sentía aniquilado. El tío lo sabía todo... y ¡había pagado! ¿Y Emma?

Sr. Virey, D. Baltazar Hidalgo de Cisneros, asociado de los Señores, el Dr. D. Juan Nepomuceno de Sola, Cura rector de la parroquia de Nuestra Señora de Monserrat de esta ciudad, el Dr.

Virey, D. Baltazar Hidalgo de Cisneros; y quede entendido que se le deben guardar las preeminencias del cargo que ha servido, y los honores correspondientes á su graduacion y clase. De todo lo que se instruye prontamente al público por bando. Dios guarde á V. E. muchos años. Buenos Aires, 25 de Mayo de 1810. Dr. Juan Nepomuceno Sola. Cornelio de Saavedra. Dr. Juan José Castelli.

, y bien superior: mirándolo bien, lo había sido toda la vida; lo era sin saberlo; antes de que Marta hubiese parecido por su casa, ya ella tenía el prurito de no enfadarse por lo que se enfadan los demás, y había discurrido aquello de no alborotar ni enfurecerse cuando los demás quisieran ni por lo que los demás lo esperasen; y ya había discurrido la graciosísima idea de vengarse del ladrón de Nepomuceno y del tonto de su marido poco a poco, y a su manera, y a su gusto y dándoles el gran chasco. ¡Vaya si había sido siempre una mujer especial, superior!

Körner había venido directamente de Sajonia a dirigir una fábrica de fundición, establecida por un industrial al pie de unas minas de hierro, en la región más montañosa de la provincia; allá, hacia donde tenían sus guaridas los Valcárcel pobres y huraños. El primo Sebastián, algo más comunicativo, que iba y venía de la ciudad a la montaña, fue quien presentó al Sr. Körner a Nepomuceno.

Se creería, por su modo de mirar la escena, que se habían dado garantías de que Emma no pariría hasta después de casarse ella. Por fin se presentó Nepomuceno, acompañado del médico antiguo, del partero insigne; porque, con perdón de D. Basilio, Emma le tenía guardada aquella felonía; hasta el día del trance, Aguado; pero en el momento crítico, si la cosa no venía muy torcida, el otro.

Seré el amo, seré el administrador de nuestros bienes. ¿Y la fábrica, esa fábrica en que ni siquiera a punto fijo lo que hacen? Allá veremos. ¡Oh, señor don Juan, mi querido Nepomuceno, habrá escena, ya lo , pero estoy resuelto! Venga la escena. Pero todo eso, mañana.

Terminada la ópera, volviéronse a su hogar los Valcárcel, o si se quiere los Reyes, aunque más propio es decir los Valcárcel por lo poco amo de su casa que era Bonifacio; despidiose del matrimonio Nepomuceno, que se acostó madurando sus planes para el porvenir, que, o él veía mal, o tenía barruntos de un cambiazo no exento de peligros.

¡Noche solemne para Bonis! ¡Noche solemne para Emma! ¡Noche solemne para Nepomuceno!

Comían solos el matrimonio y D. Juan Nepomuceno, pues por raro accidente no había huésped pariente en casa por aquellos días; D. Juan es claro que vivía con los sobrinos. Bonis al principio no comprendió nada de las señas de su mujer ni les atribuyó gravedad alguna. ¿Qué dices, chica? Explícate. ¡Mmm, mmm! murmuró ella, y siguió con la misma pantomima, cada vez más acentuada en los gestos.