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Sus ojos negros son poemas dramáticos, y su corazón, un espejo sin azogar. El drama lúgubre y horripilante no se hizo para aquel gran vergel, en donde pasan las mujeres la vida recostadas en sus hamacas, meciéndose entre flores, aireadas por sus esclavas con abanicos de plumas. ¿Sabes dijo la condesa que la voz pública anunció que te ibas a casar?

Pelayo, ¿irás conmigo A la corte? PELAYO. Y tan contento De ver lo que nunca he visto, Sancho, que los pies te beso. Dícenme acá de la corte Que con huevos y torreznos Empiedran todas las calles Y tratan los forasteros Como si fueran de Italia, De Flandes o de Marruecos. Dicen que es una talega Donde junta los trebejos Para jugar la fortuna, Tantos blancos como negros.

Entra una especie de jamelgo de coche fúnebre, un larguirucho esqueleto apocalíptico, de una delgadez inverosímil. Es la señora marquesa-presidenta. Mucha nobleza y condescendencia. Esta dama, sin edad y sin belleza, de ojillos negros y penetrantes, lanza sobre todos los humanos una mirada impregnada de desprecio y de compasión. Vera le presenta a Sita.

Los encapuchados desfilaban como puntiagudos insectos negros en la rojiza claridad de los hachones a ras del suelo, mientras la noche seguía amasada en lo alto.

Sobre la tez blanca empezó á esparcirse una especie de viruela subcutánea, formada de puntos negros pequeñísimos, como granos de pólvora. En una mejilla y en otras partes menos visibles se marcaban ó desaparecían, según los días, grandes manchas violáceas. Era la madurez precoz de la criolla de diversos orígenes.

Mas en estos años antecedentes, porque los diamantes no perdiesen su estimacion, se prohibió por el Rey de Portugal sacarlos de Cuyabá. Los lavaderos se hallan en varias partes á las caidas ó vertientes de la gran Cordillera. Trabajan en estos lavaderos los negros esclavos, y cada negro á su amo en cada semana tres pesos de oro en grano, que es la única moneda que allí corre.

Todavía conservaba hermosos ojos negros encajados en un rostro de correctas y agradables facciones. El acto primero tocaba a su fin. Se representaba un melodrama fantástico, cuyo nombre no recordamos, donde la compañía había desplegado todo el aparato escénico de que podía disponer. La cazuela estaba asombrada, y acogía cada cambio de decoración con estrepitosos aplausos.

Pero diréisme que un lunar es bello, Y en blanco seno fúnebre crespon, O en negros rizos un jazmin nevado Que en su contraste forma la ilusion. Pero no es bello el yuyo en los jardines, Ni negra sangre en grato rosicler, Ni las gotas de lodo salpicado Sobre túnica blanca de mujer.

La escalera tenía dos tramos solos: el primero y más corto, de asperón desgastado por el uso; el segundo, que descargaba en el piso, de tablones de encina, negros y revirados ya de puro viejos. La sala de recibir era ancha y larga, pero baja de techo, y éste embadurnado de amarillo.

Dieron a este punto en la iglesia del Salvador las Ave-Marías de las doce, y como un paje apareciese y dijese que ya la mesa estaba servida y esperaba a los señores, doña Guiomar dijo: Pongamos por ahora punto redondo a la relación de los negros sucesos de mi vida, que de ellos no ha de hablarse delante de los criados, y déjese la prosecución para después de la siesta, que en el jardín nos juntaremos.