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Y todo esto, no como quiera, sino con un conocimiento claro, vivo, y que por tanto se ofrezca naturalmente al entendimiento, siempre que se haya de tomar alguna resolucion, aun en los negocios mas comunes.

Conque, si tiene usted negocios, déjese usted de semejante casa y entiéndase usted conmigo. ¿Pero usted no lo sabe con certeza? Certeza, no: me enteraré, y mañana sabrá usted lo que haya, con toda seguridad. Se lo agradeceré a usted con toda mi alma. ¿Nada más con el alma? Déjese usted de bromas: no hemos de ser nunca más que amigos.

Pero en averiguarlo tardaréis algún tiempo; hay ciertos negocios que se pierden si el tiempo se pasa, y yo os puedo decir ahora mismo... ¿Qué me podéis decir vos?... ; , señor, os puedo decir que en esa casa vive la querida del sargento mayor don Juan de Guzmán. ¿Y nadie más? Nadie más que una dueña y un escudero. ¿Y quién es esa mujer?

Los altos y graves negocios que embargaban a don Rosendo, no consintieron que dedicase al desagradable suceso que en el mismo tiempo turbaba la quietud de su casa, aquella atención preferente que en otra sazón le hubiese dedicado. Sin embargo, al tener noticia de la traición de Gonzalo y del extravío de su hija menor, sintióse fuertemente alterado.

A cada paso me llamaba hijo, hijo mío, y por lo que pude colegir, se pagaba mucho de ser una inteligentísima e inapreciable consejera, sobre todo en negocios de amor.

Los acreedores entraron en razón; guardaron secreto acerca del estado de sus negocios: sólo exigieron que Clementina firmase, en unión con su marido, los pagarés renovados. Poco después, la suerte favoreció un poco en la Bolsa a Osorio y pudo aletear como antes, aunque bajo la mirada recelosa de los hombres de dinero, que le pronosticaban unánimemente la quiebra más tarde o más temprano.

Entendíasele un poco más al castellano de gallego que de achaques de gobiernos, y con voz reposada y tranquilo continente: Yo no de quién soy vasallo contestó, ni me urge saberlo, sino que voy a mis negocios: yo ni pongo rey ni quito rey: quien anda el camino tenga cuidado... Enfadábase ya el portugués, y era cosa temible.

Cuando era mayor su renombre como hombre de Estado, como historiador y poeta, tomó de repente la resolución de renunciar al mundo y de entrar en el estado eclesiástico. Recibió las sagradas órdenes á los cincuenta y siete años de edad, abandonó los negocios, y renunció para siempre á la poesía y al teatro. Dejó sin terminar una comedia, ya comenzada, cuyo título es Amor es arte de amar.

Hace un siglo que yo estoy esperando dijo el rey y no me impaciento; y vos, porque graves negocios me impiden venir cuando me avisan que estáis aquí, ¿os impacientáis? ¿Y por qué tenéis vos que impacientaros, señor? dijo Lerma levantándose y permaneciendo de pie junto al rey, que se había sentado en su sillón ; ¿no es ley vuestra voluntad? ¿No os obedecen todos vuestros vasallos?

Además, piense que vivo sola aquí, sin parientes próximos, sin más relaciones que las que puedo tener con honrados campesinos o con agentes de negocios.