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No por qué se me ha parecido siempre dicho frontispicio a las popas de los grandes navíos antiguos; hasta parece que se mece gallardamente impulsado por el viento y las olas.

A pesar de su humilde aspecto, muchas veces, en nuestros combates navales, echaron á pique á los navíos gigantescos, que representaban el valor de una ciudad. Toda guerra resultaba más mortífera y costosa que la anterior. Las madres, al dar á luz á sus hijos, sabían que no fabricaban hombres, sino soldados.

Este descuido parece que nos ofrece una ocasion cierta de hacerles mucho daño, si con nuestras galeras y navios acometemos estas islas y costas de su Imperio; y pues soy autor del consejo, lo seré de la ejecucion.

Hay no qué de parsimonioso en la cantatriz ó el artista inglés, en lo general, que hace pensar, al través de la armonía, en las letras de cambio, los navios mercantes de las Indias Orientales y las fábricas de madapolanes. El pueblo británico es una sociedad de fuerza y grandeza sociales, que no se amalgaman bien con las delicadezas del arte y las inspiraciones fantásticas de la poesía.

Mandóle luego al Emperador llamar, y le envió coches y caballos para que entrase con mucha autoridad y honra, pero Berenguer ni quiso salir de los navíos, ni obedecer, pidiendo que el Emperador le enviase en rehenes á su hijo el Déspota Juan. Pareció esto mal así al Emperador, como á todos, pues no se fiaba de su palabra y juramento; y así le dejó muchos dias en los navíos.

26 Hizo también el rey Salomón navíos en Ezión-geber, que es junto a Elot en la ribera del mar Bermejo, en la tierra de Edom. 27 Y envió Hiram en ellos a sus siervos, marineros y diestros en el mar, con los siervos de Salomón; 28 los cuales fueron a Ofir, y tomaron de allí oro, cuatrocientos veinte talentos, y lo trajeron al rey Salomón.

Los ingleses también perdieron algunos de sus fuertes navíos, y no pocos de sus oficiales generales compartieron el glorioso fin del almirante Nelson. En cuanto a los franceses, no es necesario decir que tuvieron tantas pérdidas como nosotros.

Un gran barco carbonero estaba llenando sus calas y repartía en derredor una mancha negra, mientras algunos navíos mercantes, con las velas plegadas en las vergas y las chimeneas inactivas, balanceaban su mole sobre las ondas azules.

Además, como flotaban otros pontones en esta entrada del mar, unos se vigilaban a otros, y varias lanchas con gente armada recorrían las proximidades de los viejos navios, de noche.

La intrepidez de los navíos españoles no tuvo más éxito que el rescate del Santa Ana, pues les cargó el tiempo y tuvieron que retroceder sin poder dar caza a los navíos ingleses que custodiaban al San Juan, al Bahama y al San Ildefonso. Aún distábamos cuatro leguas del término de nuestro viaje cuando los vimos retroceder.