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Los chicos le considerábamos a Caracas como un ingeniero naval admirable, y pensábamos que lo mismo que un modelo haría una fragata. Caracas tenía su tienda en la punta del muelle; un agujero negro, socavado en la muralla, donde vendía alquitrán, sebo, barricas, clavos, maderas embreadas, redes y anzuelos de todas clases.

De primer orden; madera blanca sonrosada con manchas rojizas muy finas y muy abundante en Mindoro, muy apreciada como madera de sierra en construcción civil ó naval. Nipa. Pagatpat. De segundo orden. Crece en las orillas del mar, en los ríos, y sobre todo, en el mangle; su madera es muy dura, pero esponjosa y de poco peso, y se emplea en las obras hidráulicas. Palo María.

Dice que las comedias llegaron á un alto grado de perfección desde que se representaron en los teatros de Madrid su Trato de Argel, La destrucción de Numancia y La batalla naval, en las cuales redujo á tres las cinco jornadas que se usaron hasta entonces.

La zurra continuó en la forma siguiente: yo caminando a la cocina, lloroso y avergonzado, después de arriada la bandera de mi dignidad, y sin pensar en defenderme contra tan superior enemigo; Doña Francisca detrás dándome caza y poniendo a prueba mi pescuezo con los repetidos golpes de su mano. En la cocina eché el ancla, lloroso, considerando cuán mal había concluido mi combate naval.

Entónces me dije: si la historia no hablase tan alto, este museo sería bastante para probarme que España ha sido un gran pueblo. El Museo de Escultura, que ocupa la parte baja del Palacio artístico, no corresponde en manera alguna á la magnificencia del Museo de Pinturas. Madrid posee tres grandes museos militares de bastante mérito: el de la Artillería, el de la Armería y el Naval.

Entre estos «chicos» heridos en la guerra, que habían pasado á la reserva naval y tripulaban el Mare nostrum, uno era distinguido por la predilección del viejo. Podía hablarle en español, á causa de sus navegaciones trasatlánticas, y además había nacido en Vannes.

El botánico le pone un mote; el matemático le da ciertas dimensiones, en relación con la circunferencia del ecuador, ¡atiza!; el arquitecto lo considera como una viga maestra; el ingeniero naval, como una cuaderna o un mástil; el telegrafista, como un poste de telégrafos; el economista, como un valor cotizable; el ingeniero agrónomo, como un orden de cultivo; el médico, como una especie terapéutica; el químico, como una retorta en cuyo seno se efectúan ciertas reacciones; el biólogo, poco menos que como una persona; y así sucesivamente.

Cuando los reyes formaban una flota, se componía de tres escuadras: catalana, mallorquina y valenciana. Las atarazanas de Valencia eran célebres por sus construcciones navales. De ellas salían los mejores navíos de la costa española. «Galera genovesa y navío catalán», decían los navegantes de la Edad Media como última expresión del arte naval.

Lewis, que había bebido mucho en la mesa, recordando al hablar del juego la inutilidad de su vida, cayó de pronto en una tristeza densa, de ebrio melancólico y digno. Dos sobrinos míos murieron en la batalla naval de Jutlandia. Seis hijos de mi hermano han muerto en Francia en una sola tarde: pertenecían al mismo batallón. Todos jóvenes, animosos, deseando hacer algo.

Felipe V quiso suprimir la Inquisición y acabar la guerra naval con las naciones musulmanas, que duraba mil años, despoblando las costas del Mediterráneo con el miedo a los piratas berberiscos y turcos. Pero los indígenas se revolvían contra toda reforma de los colonizadores, y el primer Borbón tuvo que desistir, viendo en peligro su corona.