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El romance, casi siempre de índole narrativa, se declama con tal ligereza y rapidez, que nunca cansan, por largos que parezcan, y sus períodos complicados, interrumpidos con frecuencia por incisos, pasan con viveza extraordinaria.

En resumidas cuentas: Francia, con su poder incontrastable, nos imponía una reforma de nuestra propia obra, sin saber que era nuestra; aceptámosla nosotros restaurando el Naturalismo y devolviéndole lo que le habían quitado, el humorismo, y empleando este en las formas narrativa y descriptiva conforme a la tradición cervantesca.

Finalmente, don Ramón Menéndez Pidal, en la obra varias veces citada, se expresa en estos términos: "Puede decirse que fué ella la prosa narrativa quien le imprimió su carácter definitivo haciéndole pasar de las hondonadas y laberintos en que se perdía al ancho campo que debía recorrer tan gloriosamente. Fué a su semejanza como se formó el nuevo drama, donde todo es acción, movimiento y vida.

Pudo hacerse esto, ó bien recitando un juglar la parte narrativa mientras otros hacían lo mismo con los diálogos, ó bien recitando uno solo toda la composición, mientras otros representaban con sus gestos lo más interesante.

Por desgracia nuestra, para que la obra poética o narrativa alcance una longevidad siquiera decorosa no basta que en tenga condiciones de salud y robustez; se necesita que a su buena complexión se una la perseverancia de autores o editores para no dejarla languidecer en obscuro rincón; que estos la saquen, la ventilen, la presenten, arriesgándose a luchar en cada nueva salida con la indiferencia de un público, no tan malo por escaso como por distraído.

Para consuelo ó alivio de tantas penas nuestro ingenio ha sido fecundo en sutiles y discretas invenciones. Y la mejor de todas es, á mi ver, la poesía narrativa ó dramática.

Así lo atestiguan las esculturas y las pinturas que en la Alhambra se conservan. Poesía dramática no tuvieron nunca. Algo de poesía épica ó narrativa puede decirse qué tuvieron, si bien no tuvieron nada que, ni remotamente, pudiera compararse, no digamos ya al antiquísimo poema del Cid, pero ni á las leyendas de santos de Gonzalo de Berceo.

Los papeles originales, juntamente con la letra escarlata, que diré de paso es una reliquia muy curiosa, están aún en mi poder, y se mostrarán á quienquiera que, incitado por el interés de esta narrativa, deseare verlos.

En el siglo pasado nuestra fecundidad mental se manifestó en la elocuencia parlamentaria, de que se abusó no poco, y en el teatro y en la poesía lírica, satírica y narrativa.

Y como el conjunto forma algo a modo de novela, si bien con poco o ningún enredo, yo imaginé en un principio que tal vez el señor deán quiso ejercitar su ingenio componiéndola en algunos ratos de ocio; pero, mirado el asunto con más detención y, notando la natural sencillez del estilo, me inclino a creer ahora que no hay tal novela, sino que las cartas son copia de verdaderas cartas, que el señor deán rasgó, quemó o devolvió a sus dueños, y que la parte narrativa, designada con el título bíblico de Paralipómenos, es la sola obra del señor deán, a fin de completar el cuadro con sucesos que las cartas no refieren.