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El hermano se levantó, tomó sus espejuelos engarzados en cuerno, los colocó sobre la nariz, echó mano al paquete de libros, y aproximándose a la ventana que daba al gran patio interior, estuvo largo rato examinándolos. Hermano Gabriel dijo al cabo la tía María . ¿Se le ha olvidado a usted el leer? No, pero no conozco estas letras; me parece que es hebreo.

Tienen la nariz gruesa y aplastada, el cabello crespo como lana enredada; el labio superior grueso y caído sobre el inferior; su color es más claro y menos feo que el de los negros de la costa de África, sin duda porque los de estas islas tienen más frondosos bosques donde resguardarse de la acción del sol y porque se comunican más con pueblos civilizados.

Peñálvez tendió el cadáver en el fondo del hoyo y comenzó a arrojarle palada tras palada de tierra... Sorbiéndose las lágrimas que le corrían por dentro de la nariz, pensaba: «¡Lástima de hombre, tan guapo y tan joven!... Pero, «como no hay mal que por bien no venga», tal vez su muerte sea una felicidad para ... Si el gobierno es justo, puede nombrar para suceder a Rodríguez, al sub-comisario... Entonces yo debiera ser también ascendido.

Pues abrirle la cabeza a D. Basilio y sacarle toda la paja que hay dentro para venderla». Y don Basilio, que tenía ciertas marrullerías de asno viejo, sacaba partido de su fisonomía engañosa y de aquel aire de hombre conspicuo que le daban su calva de calabaza, su frente abovedada, sus anteojos y su nariz chiquita y prismática.

No he oído en mi vida música tan grata... ¿Cómo será el decir esta mujer un te quiero, diciéndolo con verdad y con alma?». Esta idea produjo en la mente de Rubín sacudidas que le duraron mediano rato. Le corrió un frío por el espinazo y vínole cierto picor a la nariz como cuando se ha bebido gaseosa.

Pero sin auxilio alguno de los libros sabios, a simple vista no más, podemos ver esta milagrosa variedad de los seres. Y bastan unos simples rasgos para producirla. El rostro humano se compone de tres elementos: unos ojos, una nariz y una boca. Y cada ser que integra la humanidad es distinto. No cabe con menos recursos una diferenciación mayor.

Un filósofo alemán que prolongó su vida a fuerza de prudencia, el célebre Kant, cuando daba su cotidiano paseo higiénico, tenía cuidado de cerrar la boca y de respirar exclusivamente por la nariz ¡tanto temía al aire que le rodeaba! Pero, entonces, querido doctor, ¿todos estamos condenados a morir del pecho? Mueren muchos, señora, y los homeópatas no lo evitan. ¡Pero también curan muchos!

Ojos negros, luminosos, húmedos; nariz delgada, fina, correctísima; boca agraciada; mejillas en las cuales se dibujaban apenas lindos hoyuelos, que más acentuados, al reir la joven, serían encantadores. ¡Buen cantante! díjele, mirando al pajarillo. Le molestaría un poco. Desde muy temprano se suelta cantando. A veces, agregó, haciendo un mohín risueño, ¡está insufrible!

Al llegar cerca de la estancia quiso descender de su caballo para abrir una «tranquera», armazón de palos que servía de puerta, obstruyendo el camino; pero vió junto á ella un pequeño mestizo, de diez años, gordinflón, con ojos aterciopelados de antílope y una tez lustrosa de color chocolate claro, que le contemplaba sonriente, metiéndose un dedo en la nariz.

La nariz era afilada y tan flaca y huesosa, que los espejuelos, que solía usar, se le resbalaban por falta de cosa blanda en que agarrarse, viéndose la señora en la precisión de sujetárselos atrás con una cinta.