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Y cuando, terminado el trabajo, vuelve a su casa, barre, lava y se consume como una momia ante el humoso hornillo de la cocina. Yo amé a Lucy por esto, porque estaba consumida y agotada por la explotación, porque era la virgen obrera en toda su melancólica decadencia, nacida hermosa y afeada por la injusticia social.

Perniciosa melancolía, nacida tal vez en mi alma cuando viví lejos de mi familia, condenado a las soledades de un colegio, cuyos claustros vetustos entenebrecieron mi espíritu; melancolía que me arrastra a los campos y a la espesura de los bosques, para extasiarme largas horas ante el espectáculo deslumbrador, a orillas de laguna adormecida, escondido entre los juncos; o para abismarme en la contemplación de una flor desconocida, modesta y rústica beldad.

«Yo no prosiguió la marquesa con frialdad cómo ha llegado usted a adquirir ese absurdo convencimiento; no , ni quiero saberlo, por qué serie de circunstancias, de qui pro quo y de falsas apariencias, ha llegado usted a creerse nacida de mi desgraciada hija.

Nacida en las tinieblas y el horror, tiene que desaparecer en la vergüenza y el silencio. ¡Hay aún más! Ese deseo es la única falta que escapa generalmente a la justicia del mundo exterior, así como a la sanción de la conciencia en el fondo del corazón, porque éstas no tienen para ella ni expiación, ni castigo.

A mis padres, hablando de Castilla Y de santas histórias, tengo oido De la sábia Judith, si decilla, Que bien veis que en la tierra soy nacida; Aquella grande hazaña y maravilla Que hizo, por nombre ha merecido Tan alto, que la Iglesia la pregona Por dechado de fuertes y corona.

Responde lo que quisieres, nieta respondió la vieja ; que yo que tienes discreción para todo. Y Preciosa dijo: Yo, señor caballero, aunque soy gitana, pobre y humildemente nacida, tengo un cierto espiritillo fantástico acá dentro, que a grandes cosas me lleva. Si quisiéredes ser mi esposo, yo lo seré vuestra: pero han de preceder muchas condiciones y averiguaciones primero.

Es algo como si gracias a una nueva sutileza del oído, capaz de percibir todas las voces espirituales, vibraciones de efectos maravillosos hubieran atravesado la pesada armazón mortal, como si la «belleza nacida del murmullo de los sonidos» hubiera pasado por la fisonomía del que los escucha.

Cuando ya la tuve tierna, 445 Pregunté la condición De su ama, y la razón De estado que la gobierna. Dijo que era principal, Con deudos de gran valor, 450 Y que tenía su honor, Desde que enviudó, cabal. Que era rica y entendida, Y no de su casa escasa, Si bien no entraba en su casa 455 Ni aun sombra de alma nacida.

Si entendieras mis sueños, Mis esperanzas perdidas, En esos labios de rosa Con besos te contaría Que antes de venir al mundo En mi mente eras nacida... ¡Oh, si me comprendieras Cuántas cosas te diria!

La habló del comienzo de su amor, evocó la pasión ardiente nacida bajo los paisajes de la sierra, las grandes melancolías de la decepción, la inconsecuencia con que ella había destruido su ilusión de una dicha perfecta, y luego las dudas, la continuada angustia, y las bellas cartas de amor que más tarde se complacía ella en desmentir con una frialdad cruel, acaso por el simple deseo de hacerle mal.