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Y descolgaba de los muros varios espejos, los combinaba, los inclinaba y como no le resultaba el efecto, concluía: Como digo, ni más ni menos que una question de óptica.

No tardó mucho el rey de Castilla y emperador D. Alfonso VIII en lavar esta afrenta. Las guerras contínuas entre los almoravides y los almohades en Africa ponian frecuentemente á los muslimes de Andalucía á merced de los cristianos. Alí habia muerto desastradamente: era rey de Africa y Andalucía su hijo Taxfin, el cual, no pudiendo guarnecer con tropas africanas sus dominios de España, los tenia entregados á la buena y lealtad de su virey y gobernador Ben Ganiyah. Pero este, que vivia mas como soberano que como gobernador, habia hecho numerosos descontentos. Al mismo tiempo un ambicioso vecino de Córdoba, muy rico y poderoso, llamado Ben Handí, que gozaba entre los mahometanos la opinion de santo, habia ido poco á poco insurreccionando la plebe, hasta ser por ella aclamado rey. Noticioso Ben Ganiyah del levantamiento, se presentó á las puertas de la ciudad con escogidas tropas y fué admitido sin resistencia, teniendo el usurpador que desampararla para salvar la vida. De Córdoba pasó Ben Ganiyah á sitiar á Andújar, persiguiendo á Ben Handí que se habia refugiado en ella con sus parciales; y estos para conjurar la venganza del ofendido virey y distraer su atencion, llamaron en su auxilio al emperador D. Alonso, que con gran celeridad asentó sus reales sobre la capital. Abandonó Ben Ganiyah la venganza y acudió al peligro; pero reconociendo la superioridad del castellano, le entregó la ciudad el dia 18 de mayo de 1146. Dia de grande abominacion fué este para los sectarios del Islam: los historiadores árabes lo recuerdan con dolorosa execracion, y refieren con escándalo que los cristianos penetraron en la mezquita Aljama, ataron sus corceles á las columnas del Maksurah y profanaron con sus manos impías el sagrado Koran que se custodiaba en su Mihrab . Purificó este suntuoso templo el arzobispo de Toledo D. Raimundo, y dedicándolo á Dios, celebró en él de pontifical. Desgraciadamente no podia el emperador conservar á Córdoba ni dejar gente para guarnecerla, y así habiéndole Ben Ganiyah prestado juramento sobre el Koran de ser su fiel vasallo, y de mantener la ciudad en su nombre, se la dejó confiada. No bien se alejaron de sus muros las huestes cristianas, quebrantó su juramento el infiel musulman, y no se contentó con esto, sino que ademas atrayendo á Andalucía con falaces promesas á varios caballeros castellanos que mandó el emperador á posesionarse de Jaen, los aprisionó luego que entraron en la ciudad . Irritado Alfonso con tan infame traicion, dispuso ir sobre Córdoba con ejército muy poderoso. Cabalmente acababa de apoderarse de Almería, habiendo reunido para esta empresa tan numerosas huestes, suyas y de otros príncipes aliados, que la muchedumbre de los ginetes y peones cubria las montañas y la campiña, el agua de los rios y fuentes no era bastante á apagar la sed de todos sus caballos, ni las yerbas de aquella comarca suficientes para darles pasto . El rey Rogerio de Sicilia, que era uno de los aliados, se habia en verdad despedido de él, despues de espugnada Almería, para ir á campear por su propia cuenta en Africa; tambien el conde de Barcelona y el duque de Montpellier, y los genoveses y pisanos, que le habian auxiliado por mar con sus numerosas y bien armadas naves, se habian ya dispersado. Nada por otra parte habrian podido favorecerle ahora estas fuerzas de mar por el Guadalquivir, siendo ya Sevilla conquista de los almohades. Pero sin contar los ejércitos del rey D. García de Navarra y del conde de Urgél, podia disponer D. Alfonso de las mesnadas de sus condes y ricos-hombres: allí tenia á D. Fernando Joanes con las tropas de Galicia, á D. Ramiro Florez Frolaz con las de Leon, á D. Pedro Alfonsez con las de Asturias, al conde Ponce y á D. Fernando Ibañez con las de Estremadura alta y baja, á D. Martin Fernandez con las de Ita y Guadalajara, á D. Gutier Fernandez de Castro y D. Manrique de Lara con las de Castilla la Vieja, y á D. Alvar Rodriguez con las de la Nueva y Toledo. No se descuidó Ben Ganyah en prevenirse: reconociendo que le faltaban fuerzas para contrarestar la acometida de Alfonso, trató solo de aumentarlas, é imitando el ejemplo del rey Al-Mu'tamed, que por esquivar el yugo de D. Alfonso el Conquistador de Toledo se habia entregado al de los almoravides, prefiriendo apacentar camellos en el Desierto á guardar puercos en Castilla , para librarse de las manos del emperador llamó en su socorro á los almohades. Atento solo á la necesidad de rechazar á los altivos cristianos que se disponian á sitiarle, envió un mensage á Berraz Ibn Mohammed, general de Abde-l-mumen, emperador de los almohades, que el año anterior habia vencido á Taxfin y estinguido el poder de los almoravides en Africa; y en este mensage solicitó de él una entrevista. Abocáronse los dos generales en

Edificio de aspecto austero y recogido como propio del objeto a que se destinaba, como la bella fachada de la iglesia adjunta a uno de sus lados y en su trasera unos patios profundos y un jardín, cercados por negros y espesos muros cuya altura es infranqueable.

Se pasaban los meses y los años sin que la planta de un hombre imprimiese su huella en él. Los altos muros negros y carcomidos, que cerraban en semicírculo la playa, esparcían sobre ella silencio triste. Sólo el grito de algún pájaro marino, al cruzar de un peñasco a otro, turbaba la eterna y misteriosa plática del mar.

«... tenuis et exilis tanquam nihil obtinens extra muros; immo inter ipsos Sarracenos undique constituta», decia la bula de Gregorio IX. Este privilegio se copia en el Memorial del pleito citado entre el duque de Medinaceli y el cabildo de la iglesia catedral sobre el terreno de la alcaicería. Dice así: «Sepan cuantos esta carta vieren... etc. como Nos D. Alfonso por la gracia de Dios... etc.

Espesos muros la rodeaban. Ni un eco del bullicio exterior, ni una nota escapada al concierto de la Naturaleza, ni una palabra desprendida de labios de los hombres, lograban traspasar el espesor de los sillares de pórfido y conmover una onda del aire en la prohibida estancia. Religioso silencio velaba en ella la castidad del aire dormido.

La doble galería cortándose en forma de cruz, con sus muros cubiertos de columnas, perforados por cuatro filas de ventanas soportando la gran techumbre de cristales. Los pisos bajos, casi sin pared exterior, todos de cristal; escaparates de librerías y almacenes de música, vidrieras de cafés y cervecerías, tiendas de joyeros y sastres deslumbrantes de lujo.

Todo cuanto dice, se reduce á lo siguiente. «No es para omitir la antigua fábrica del castillo ó fortaleza que hay fuera de los muros de esta ciudad, que llaman la ALJAFERÍA. Se conservan en él varias salas del tiempo de los reyes de Aragon, entre las cuales es muy particular la mas grande por sus labores de oro y azul, anditos y techumbre, destinada como es de creer para celebrar funciones.

Además, los gritos, al través de los muros, parecían de hombres que estaban de broma, a lo que contribuían no poco ciertos enfermos, que cantaban en sus momentos de crisis. La habitación de Pomerantzev estaba arriba, y su ventana daba al bosque.

Las mismas paredes enjalbegadas, pero aquí menos blancas, ahumadas por el vaho nauseabundo del combustible animal, rezumando grasa por el continuo roce de los cuerpos sucios. Iguales escarpias en los muros, y colgando de ellas todo el ajuar de la miseria, alforjas, mantas, jergones destripados, blusas multicolores, sombreros mugrientos, zapatos pesados de innumerables remiendos con clavos agudos.