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No resiste el europeo a ese sol abrasador que inflama el cráneo, no puede luchar contra la emanación que exhala la tierra removida, tierra húmeda, pantanosa, lacustre. ¿Cuántos han muerto hasta hoy de los que fueron contratados, desde el comienzo de la empresa? No busquéis en las estadísticas oficiales, que ocultan esas cosas, sin duda para no turbar la digestión de los accionistas europeos.

En otros corros se hablaba más del muerto; al menos se discutía el traje que le iban á poner.

De súbito, un grito mortal se derrama; se apercibe el ruido de una lucha breve... Todos enmudecen de espanto ante el drama del que Benvenuto forjara un esmalte: la garza, una rubia marquesa de nieve, ha muerto en las garras de un vil gerifalte... Abril, 1922.

Amarguras, humedades en los ojos, en el pecho una honda herida... ¡Oh, flor de las sepulturas! ¡oh, tristeza de la vida! .................................................. De repente un gran quejido, de repente un gran lamento. una armonía inefable, un suspiro sofocado bajo las alas del viento... ¡algo que queda imborrable...! El muerto va en la carroza, anegada hasta los bordes de muchas rosas muy pálidas... Detrás, la pobre familia que padece y que solloza, ¡caras de pena que cubren temblonas manos escuálidas!

Arrancad del alma del hombre ese llamamiento indefinible, esa última y suprema expresion de la vida, esa prodigiosísima escala de Jacob que une la tierra al cielo; esa escala por donde subimos á la cúspide de todo lo creado; esa cúspide desde la cual comprendemos y miramos á Dios; arrancad eso de la humanidad, y Babilonia no tendrá su Semíramis, ni el pueblo Israelita su Moisés, ni la India su Budda, ni la China su gran Confucio, ni la Persia su venerable Zoroastro; quitad eso, y Leonidas no acude á las Termópilas, ni corre Temístocles á Salamina, ni el noble y virtuoso Arístides se hace eterno en Platea, ni el humilde poeta Simónides, solo, con la frente caida y los ojos húmedos, escribe en el campo, sobre una piedra tosca, las siguientes palabras que oyó temblando toda la tierra: caminante, ve á decir á Esparta, que hemos muerto aquí por obedecer sus santas leyes: quitad eso, expulsad ese huésped del mundo, y la Italia latina no tendrá un Scébola en la tienda de Pórcena, ni un Scipion en Africa, ni un Ciceron en la tribuna, ni un Régulo en el Senado, ni un Julio César en todas partes.

3 he aquí yo barreré la posteridad de Baasa, y la posteridad de su casa; y pondré tu casa como la casa de Jeroboam hijo de Nabat. 4 El que de Baasa fuere muerto en la ciudad, le comerán los perros; y el que de él fuere muerto en el campo, le comerán las aves del cielo.

Y el desdén de los poderosos, de los burgueses; la soledad y el dolor. ¿Vale la pena afrontar todas estas tremendas larvas de la desgracia por haber hecho un soneto corto, según la opinión de un director de revista? El vicio de la literatura resulta demasiado caro. Forondo se ha muerto. Yo le estimaba; estaba siempre triste, estaba siempre fracasado. Me inspiraba el afecto de la desventura.

No puede ser, replicaba Candido. Ambos á dos se tiran uno á otro, se abrazan, y derraman un mar de lágrimas. ¿Con que es vm., reverendo padre? ¡vm., hermano de la hermosa Cunegunda; vm., que fué muerto por los Bulgaros; vm., hijo del señor baron; vm., jesuita en el Paraguay! vaya, que en este mundo se ven cosas extrañas. ¡Ha Panglós, Panglós, qué júbilo fuera el tuyo si no te hubieran ahorcado!

Entre los que halló Roger á su paso se contó también uno al parecer fraile, que gimoteando le pidió algunos cornados para comprar pan, pues estaba muerto de hambre.

Ni voluntad, ni deseo, ni sentidos, ni pasiones... un sayal, un muerto ambulante debajo.... Pero.... Artegui se inclinó a Lucía con inquietud. ¿Me comprendes? interrogó de pronto. , ... dijo ella, y su cuerpo temblaba.