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Encontrola en estas palabras: «Usted me es muy antipático. Déjeme usted en paz. ¡Y tiene el atrevimiento de despedirme! exclamó Botín con sarcasmo . Usted que estaba muerta de miseria cuando yo...». Isidora sentía que venían llamas a su lengua. No pudo contenerse, y abrasó a Botín con estas palabras: «Su dinero de usted no basta a pagarme... Valgo yo infinitamente más...».

¿Sabía usted que estaban celosos el uno del otro? No. ¿Tenía usted conocimiento de que, después de haberse amado, estuvieran por largo tiempo en desacuerdo? No. ¿Qué hizo usted cuando oyó la detonación? Acudí. Esta respuesta llamó la atención de Ferpierre. Si era verdad que el Príncipe y ella habían estado juntos, ¿por qué no contestaba: «Acudimos»? ¿Sola? le preguntó. Con él. ¿Y estaba muerta?

Mi amita no tuvo de alegría más que el tiempo necesario para comprender que el motivo de visita tan inesperada no podía ser lisonjero. «Vengo a despedirme», dijo Malespina. Todos se quedaron como lelos, y Rosita más blanca que el papel en que escribo; después encendida como la grana, y luego pálida otra vez como una muerta.

Creyéronla muerta varias veces, y hasta trataron de enterrarla en una ocasión; mas durante las exequias volvió en , pronunciando un nombre que interpretaron todas las monjas como una señal de santidad, pues entendían que repetía las palabras de Jesús: Lázaro, despierta. Indudablemente era una santa. Ocho teólogos lo probaron con ochocientos silogismos.

Estoy dispuesta a todo, menos a morir. Yo no le pido nada; no quiero nada; no espero nada. ¿Entonces qué ha venido a hacer usted aquí?... ¡Dios mío! ¡Me creía usted enferma y esperaba encontrarme muerta! Estaba en mi derecho. Pero he debido tomar informes respecto a su familia: ¡los La Tour de Embleuse no han pagado nunca sus deudas!

¡Si sabrá una! ¡Si una hubiera querido! Y suspiró esta señorita de Ozores. Suspiró su hermana también. Ana que descansaba, vestida, sobre su pobre lecho, saltó de él a las primeras palabras de aquella conversación. Pálida como una muerta, con dos lágrimas heladas en los párpados, con las manos flacas en cruz, oyó todo el diálogo de sus tías.

La dama dio un chillido, y una nube de espeso polvo se desprendió al mismo tiempo, y dos murciélagos salieron de entre los pliegues del brocado y comenzaron a revolotear de una a otra parte. ¡Germán! gritó Currita muerta de miedo.

Porque, efectivamente, cambiada ya la disposición de su espíritu, Vérod acusaba a la muerta no solamente de debilidad sino de mentira y casi de indignidad.

No se les podía tildar de avaros, pues en vivir bien, a su modo, gastaban con largueza; pero la palabra prójimo era para ellos letra muerta. Delataban su holgura la bien rellena cesta que su criada Severiana les traía de la compra, la costosa ropa que vestían, y algún viaje de veraneo que, aun hecho en tren botijo, era mirado por los vecinos como rasgo de insolente lujo.

Ya lo creo; y tila, si está usted pálida como una muerta. ¿Pero por qué andaba usted a obscuras, señora? ¡Qué susto! ¡pero qué susto!... ¿Qué demonches de diablura será eso? Pues para cazar gorriones no es.... Y lo hemos roto... mire usted... pero no hubo remedio.