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Contemplé aquel diminuto rostro minado por la fiebre, enflaquecido y azulado en derredor de las sienes, aquellos ojos hundidos, más abiertos y más negros que nunca, en cuyas pupilas se advertía un brillo sombrío e inextinguible, y aquella pobre niña, enamorada, medio muerta bajo la acción, del desprecio de Oliverio me dio una lástima horrible.

Las llamas se elevaron, y un momento después, la confesión del muerto, si tal cosa era, quedó consumida por ellas y desapareció para siempre, mientras su hija estaba de pie, macilenta, rígida y pálida como una muerta.

«Don Fermín padecía», pensaba el pobre don Francisco y sin querer, con gran remordimiento, él se alegraba un poco, gozaba el placer de una venganza... «irracional... injusta... todo lo que se quiera... pero gozaba acordándose de su hija muerta». , don Fermín padecía. «Aquella necedad del tendero de enfrente era una complicación».

Oye: recuerdo que la palomita te llamaba con exclamaciones muy tiernas, cuando medio muerta la conducíamos en la litera mi pasante y yo. ¡Ja, ja, ja! ¿Sabes de qué me río?

Ronzal, comparado con otros... con Mesía, por ejemplo, es un buen cristiano; aun el mismo Mesía, que al cabo no se ha separado de la Iglesia, es católico, religioso... comparado con don Pompeyo Guimarán el ateo. Pero ni Mesía, ni Ronzal son hombres de fe y menos de piedad suficiente.... ¿Daría usted una hija a don Álvaro? ¡Antes muerta!

La condesa, que se estrechaba, muerta de susto y vergüenza, contra su amante, le encontró desconocido. Huye, huye, por Dios, Pedro dijo Laura con voz temblorosa. , pero conmigo. Yo no puedo huir... Tengo hijos... Además, te serviría de estorbo... ¿Y si pone la mano sobre ti?

Y él, él que conocía los escrúpulos del ser adorado, que le había comprendido y respetado, llegaba a este resultado: que todos le señalaban como un nuevo amante de la muerta...

Pero qué quieres, mi destino, mi triste destino... Yo empeñada en ser bueno, y Dios, la Providencia y mi roío destino empeñados en que he de ser mala. Salí de la cárcel, le debía dinero, no tenía sobre qué caerme muerta, me llevó a su casa, me dio cuanto necesitaba, mucho más de cuanto necesitaba... Yo tengo este defecto de volverme loca con el lujo.

Causa principal de esto fué sin duda la reforma, que torció por completo la dirección de los ingenios. Como medio siglo después continuaron brotando trabajosamente las ramas bastardas de tan floreciente tronco, y ninguno de los grandes y verdaderos poetas de la época de Isabel intentó siquiera infundir nueva vida á esa especie de poesía, ya muerta.

Su dolor fue, con todo, mucho más desesperado, cuando al despertarse al otro día muy de mañana supo que la Princesa había desaparecido, dejándole escritas las siguientes palabras: «Padre, ni me busques, ni pretendas averiguar adonde voy, si no quieres verme muerta.