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Lo que el hombre se debe á mismo y debe á ellos, es no prodigar sin motivo la muerte y el dolor. Los holandeses y los ingleses tienen la precaución de matar inmediatamente el arenque; los franceses, más negligentes lo tiran en el barco amontonándolo y dejando que muera asfixiado.

Doña Paula supo por el Chato, a quien se lo contó un mozo del restaurant del Casino, cuanto se había hablado en la cena inaugural, y lo que pretendían aquellos señores. Cuando el Magistral oyó a su madre que se había gritado: «Muera el Provisor» encogió los hombros, se levantó y salió de casa.

EL SACERDOTE. Debe usted sufrir mucho... apóyese en . ¡Ay! ya estamos bien cerca de... EL GITANO. Del término de nuestro viaje, es cierto. MUCHAS VOCES. ¡Muera el perro! ¡muera! ¡Que le partan en pedazos! EL GITANO. Cómo gritan... EL SACERDOTE. , pero piense usted... EL GITANO. ¡En la muerte! ¡Para qué! ahí está el amigo del chaleco rojo que ya piensa por .

Desde los pechos de su madre solo aprendió deberes. ¡Su ciencia se reduce & obedecer y llorar! Aquel desgraciado ser que prepara el gogo, es posible que muera sin haber podido pagar con una vida de trabajos el rédito de ocho ó diez pesos dados á su madre. La ropa que usará mientras esté bajo el dominio de su señora serán los últimos harapos de la casa, dados por supuesto, con su cuenta y razón.

Amotinada en el Callao a los gritos de ¡Viva el rey y muera su mal gobierno! la tripulación de los navíos Septentrión y Astuto, por retardo en el pagamento de sueldos, el virrey enarboló en un torreón la bandera de justicia, asegurándola con siete cañonazos.

Cuando yo muera, tendrás más, algo más que ese huerto de Alcira; no quedarás en medio de la calle, como tu mamá, tus hermanas y el perdis de Rafaelito.... Pero vuelvo a repetirlo: no quiero que te roben. Además, no tomes tan a pecho eso de la ruina de tu madre. Ella vive en la trampa como en su propio elemento, y ya sabrá salir de este apuro como de otro.

Que ningún hijo de poeta que no hiciere versos no pueda jurar por vida de su padre, porque parece que no es su hijo. »Item, que el poeta que sirviere a señor ninguno , muera de hambre por ello. »Y, al fin, estas premáticas y ordenanzas se obedezcan y ejecuten como si fueran leyes establecidas de nuestros príncipes, reyes y emperadores de la Poesía.

Siento aún su mano bajo mis labios; siento sus lágrimas en mis ojos, en mi corazón. ¡La amo!... mañana si es preciso tomaré una resolución... ¡Hasta entonces, por Dios, déjeseme en reposo! ¡Hace tanto tiempo que no hago uso de la dicha! ¡Es probable que muera de este amor: pero al menos quiero vivir en paz un día entero! 26 de agosto. Este día, único que imploraba, no me ha sido concedido.

No tengo yo la culpa si ha muerto el verdugo de Cádiz... Vengan diez duros más, y entonces hablaremos. EL SACERDOTE. ¡Qué horror, Dios mío! Vaya, no sea usted... EL VERDUGO. No rebajo ni un real... EL VERDUGO. Compadre, ¿acaso mato yo sus animales? Cada cual a lo suyo. Venga ese cuchillo. LA MULTITUD. ¡Bravo! ¡muera el hereje! EL GITANO. Creí que esto era más doloroso.

Fortunata, Fortunatita, abra usted los ojos, y no se nos muera así tan tontamente... Le traeré el Viático, si quiera la Santa Unción... ¡Eh!, hija, chica... Quia, no se entera... Esto está perdido.