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Así pues, rigurosamente hablando, los mudéjares cordobeses que no gozaban mas que de una libertad á medias por no habérseles otorgado derecho alguno para permanecer en la cuidad, se hallaban en una situacion extralegal y anómala. Mr.

Allí hemos visto levantarse el asilo de Guillermina Pacheco, la mujer constante y extraordinaria, y allí también la casa de las Micaelas. Estos edificios tienen cierto carácter de improvisación, y en todos, combinando la baratura con la prisa, se ha empleado el ladrillo al descubierto, con ciertos aires mudéjares y pegotes de gótico a la francesa.

No porque esta tolerancia estuviese en contradiccion manifiesta con el motivo religioso que declaraba santa la guerra contra los infieles, y hacia aplicables á ella las gracias espirituales concedidas por la Iglesia á las cruzadas en Oriente, hemos de concluir que no la disfrutaron los mudéjares cordobeses, pues los de Toledo, Valencia y otras ciudades, la disfrutaron.

No habian sido hechos prisioneros con las armas en la mano y en la guerra misma, sino que se habian rendido y entregado á merced del vencedor en medio de su triunfo, y como acogiéndose á los sagrados derechos de la naturaleza. Pero ¿podremos afirmar que los mudéjares de Córdoba gozasen en la ciudad reconquistada del libre uso de su culto público, como los judíos que tenian su sinagoga?

Así pues, si estos mudéjares no vivian en la tristísima y dura condicion de los siervos, tampoco disfrutaban la libertad religiosa y demas derechos que en aquella misma época aseguraban el fuero de Valencia á los muzlimes vasallos de D. Jaime el Conquistador, y á otros vasallos mas felices de Fernando, Alfonso y Sancho, las capitulaciones de Toledo y Sevilla.

En tan largo período, los mudéjares cordobeses, privados de culto público, sin mezquitas, sin escuelas, sin academias, irian gradualmente olvidando la ley y la tradicion, se entibiaria su celo, muchos cederian á las amonestaciones y á la intimidacion y se harian cristianos, otros se convertirian al judaismo; otros finalmente acabarian por vivir sin religion alguna.

Sus innumerables torrecillas mudéjares, de pizarra y azulejos, brillaban como diamantes, y sobre todas ellas descollaba la formidable y esbelta Giralda, el antiguo y severo alminar de los árabes, con fuerte color anaranjado. El espacio que ocupa en la vega donde está asentada es grande.

Réstanos solo añadir, para mayor claridad, que en nuestros antiguos documentos legislativos se sigue el uso vulgar de llamar moros indistintamente á todos los muzlimes sujetos á la dominacion cristiana, sean árabes ó berberiscos. Estos moros estaban divididos en cuatro clases: los conversos, los siervos, los libertos y los mudéjares. Los conversos llevaban tambien el nombre de moriscos.

En esto quizás, mas bien que la falta de pureza en el arte que tradicionalmente practicaban los artífices mudéjares, debemos considerar una concesion hecha por el estilo favorito de la corte al celo sacerdotal, resentido tal vez, y con razon sobrada, de que se erigiese una Capilla Real sin contar para nada con el magestuoso estilo del occidente.

El interior de las salas era muy análogo; techumbres mudéjares, frisos de yeso, con cuyo material, ó estuco grabado, como se ve en la Alhambra, decoraríanse las paredes, cuando no con guadameciles, sargas ó tapicerías de Arras á que llamaban paños de «rrásintroduciéndose en esta época el adorno de los muros con variados asuntos «pintados al fresco ó al temple» de los cuales se han descubierto restos en la casa de Pilato, y acerca de cuya decoración creemos interesante consignar algunos datos, por su curiosidad.