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Y lo que es de ti, aunque vives tan retirada, hablan ya muchos desde que, pocas noches ha, te vieron en estos Jardines. ¡Es posible, mujer! ¿Quieres burlarte de ? Harto sabes que no me burlo. No te burlarás porque eres buena, pero querrás embromarme. Es cierto que vine aquí pocas noches ha, mas nadie me conocía. Entonces te conocieron y te admiraron.

Enardecidas las tropas de esta bárbara resolucion, los atacaron con el mayor ardor, y ellos fueron cediendo hasta la cresta del monte, donde considerando ya era imposible escapar de las manos de sus contrarios, eligieron muchos el desesperado partido de despeñarse, precipitándose desde una altura de mas de 200 varas, para hacerse pedazos antes que rendirse, y los restantes buscaron por asilo los cóncavos de las peñas, desde donde hacian los últimos esfuerzos para la defensa, sin hacer el menor aprecio de las repetidas voces que les gritaban nuestros soldados, ofreciéndoles de nuevo el perdon, compadecidos de la situacion en que se hallaban.

Allí también había permanecido muchos días envuelto en trapos, en un ambiente denso cargado de olor de yodoformo y humo de cigarros a consecuencia de dos cogidas; pero este mal recuerdo no le impresionaba. En sus supersticiones de meridional sometido a continuos peligros, pensaba que este hotel era «de buena sombra» y nada malo le ocurriría en él.

Ya muchos de los que fueron á la lid no están en pié: muchos que salir miraron el sol á su trasponer, no le verán, que la muerte horrenda con ellos fué.

Pórtate bien con esos señores. Los asilados avanzaban lentamente, entre los besos, las lágrimas y las recomendaciones, llorando también muchos de ellos, pero sin dejar de andar, con una pasividad automática de soldado, como si les atrajese la obscura boca de la portada monumental.

Pero cerca ya de la barraca, cuando iban á separarse, Tonet tuvo un arranque de tímido. Habló con la misma violencia que había callado; y como si no hubiesen transcurrido muchos minutos, contestó á la pregunta de la muchacha: ¿Per qué?... Perqu'et vullc . ¿Por qué?... Porque te quiero.

Fray Miguel de Zuheros permaneció en silencio por no saber qué contestar, lleno de dudas y recelos. Era naturalmente incrédulo y desconfiado, y su corta ventura y los muchos y tristes años que había vivido, habían arraigado en su alma y acrecentado más cada día la incredulidad y la desconfianza.

Pero más aún que el bazar de objetos de arte donde tantas formas y colores, estilos e ideales artísticos la marcaban al fin y al cabo, gustaba Lucía de un puesto ambulante al aire libre, de los muchos que había cerca del Casino, situados al borde de la acera.

Vivía ésta en Madrid con sus tres hijos, gastando un arreo que confirmaba tal juicio. Además, en los últimos tiempos había dado bastante que decir con algunas historias galantes, lo que por otra parte la había elevado a la categoría de «mujer a la modaMiguel no había hablado con ella desde niño: y esto porque sabía que estaba hacía muchos años reñida con su familia.

Alejandro, a quien sus hazañas le alcanzaron el renombre de Magno, dicen dél que tuvo sus ciertos puntos de borracho. De Hércules, el de los muchos trabajos, se cuenta que fue lascivo y muelle. De don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, se murmura que fue más que demasiadamente rijoso; y de su hermano, que fue llorón.