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-Hay mucho que decir en eso -dijo Sancho-. Durmamos, por ahora, entrambos, y después, Dios dijo lo que será.

Ella no entendía mucho de toros. ¿No fue nada aquella cogida?... Gallardo se irritó por el acento de indiferencia con que hacía su pregunta aquella mujer. ¡Y él, cuando se consideraba entre la vida y la muerte, sólo había pensado en ella!... Con una hosquedad de despecho, habló de su cogida y de la convalecencia, que había durado todo el invierno...

26 Y de los muertos que hayan de resucitar, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo Soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? 27 No es Dios de muertos, mas Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.

, la señorita Guillermina la quiere mucho... Como que ella y Mauricia son hijas de la planchadora de la casa... ¡Severiana!... ¿Dónde está esa mujer? En la compra replicó Adoración. Vaya, que eres muy señorita. La otra, que se oyó llamar señorita, no cabía en de satisfacción.

»¡Mucho, mucho papel hacemos aquí, y mucho más nos espera si a Simón le sale bien la soflama que va a echar en Cortes! Lo que es él mucho manotea en los ensayos que tiene en su cuarto consigo mismo. Siempre levantará en cuajo a algún menisterio, y le obligará S.M. a tomar cartera.

Se parecen mucho, , las obras de la fuerza a las de la paciencia. Hombres negros, que parecían el carbón humanado, se reunían en torno a los objetos de fuego que salían de las fraguas, y cogiéndolos con aquella prolongación incandescente de los dedos a quien llaman tenazas, los trabajaban. ¡Extraña escultura la que tiene por genio al fuego y por cincel al martillo!

¿No era, entonces, mi tía la señorita de Boivic? No, pero en Bretaña los parentescos son hospitalarios y la de Boivic quería considerarte como sobrina. Fue muy generosa para dije con emoción. Ciertamente; le debemos mucho agradecimiento... Ya ves, querida Elena, que si no soy un buen cristiano, no pongo en ello gran malicia.

Era la otra mucho más joven, parecía abatida y estaba enferma; su rostro descolorido formaba un óvalo perfecto, y llamaban en él la atención los ojos, por lo dulces; la boca, por lo triste.

Además dijo Rita , está muy enamorado de la bolera Lucía del Salto; y así, aunque el señor fuera de mi gusto, le habría dado la misma respuesta. No estoy por las competencias; y mucho menos con gente de entre bastidores. Rita era sobrina de la marquesa y del general.

El no admirar, por consiguiente, á los poetas de los Cancioneros, debe de consistir, y no hallo otra razón por más vueltas que le doy, en que distan mucho de ser admirables. En cambio, en la vida del más insignificante de ellos, en sus lances de amor y fortuna, hay más poesía, más chiste, más amenidad ó más sublimidad, que en todo el fárrago de sus canciones, glosas y villancicos.