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De nuestra tía Encarnación, hazte cuenta de que no existe, porque no la volverás a ver. Eres ya otra persona». Oyó atentamente el muchacho estas advertencias, y se prometió a mismo hacer todo lo posible para entrar con pie derecho en aquella senda de caballería y decencia que su querida hermana le marcara.

Siempre ha sido Esteban poco cosa, pero luego de lo de su hija quedó como imbécil... ¡Ay, muchacho! También me ha tocado algo a .

¡Basta de preámbulo, y al hecho! exclamó el presidente de un tribunal, interrumpiendo a un abogado que se andaba con perfiles y rodeos en un alegato sobre filiación o paternidad de un mamón. El letrado dijo entonces de corrido: El hecho es un muchacho hecho: el que lo ha hecho niega el hecho: he aquí el hecho. Con la batalla de Ayacucho quedó afianzada la Independencia de Sudamérica.

Amaba a Rafael; la desesperación del muchacho aumentaba su apasionamiento; pero jamás volvería a hablarle. Se resignaba a que la tuviesen por cruel antes que engañar al hombre amado. ¿Qué decía Fermín a esto? ¿No debía ella repeler a su novio, aunque esto la destrozase el alma?... Fermín permanecía silencioso, la barba en el pecho y los ojos cerrados, con la inmovilidad de la muerte.

Yo con esto quedé como muerto, determinado de coger lo que pudiese en breves días, y salirme de casa mi padre: tanto pudo conmigo la vergüenza. Disimulé; fué mi padre, curó al muchacho, apaciguólo y volvióme a la escuela, adonde el maestro me recibió con ira; hasta que oyendo la causa de la riña, se le aplacó el enojo, considerando la razón que había tenido.

Pero nada; ni un solo transeúnte detuvo el paso para decir: «¡Eh, chis, chis, venga La Abeja, muchachoLos chicos corrían, corrían siempre gritando furiosamente, y yo los seguía jadeante: la hoguera de mi entusiasmo se iba apagando a medida que entraba en calor.

Mientras tanto, el muchacho seguía dando forma en su pensamiento á una idea sugerida por la dulce embriaguez. ¡Si él fuese á Nápoles para traer á su padre!... En este momento todo le parecía posible. El mundo era de color de rosa, como siempre que lo contemplaba vaso en mano junto al tío Caragòl.

¿De qué se admira V. tan desaforadamente? dijo el Comendador, pensando que el padre extrañaba que tan virtuosa y austera matrona hubiese nunca sucumbido á una mala tentación. ¿De qué me admiro?... Muchacho... ¿De qué me admiro?... Pues ¿te parece poco? Bien dicen... Vivir para ver... El demonio es el mismo demonio.

Con el cigarro en la boca y las riendas sueltas en el cuello del caballo, Raúl se dirigía lentamente a Candore pensando en la fina silueta del joven capitán que había visto en la ventana y que había causado tan linda sonrisa en los labios de miss Darling... ¿Quién podía ser aquel muchacho?

El pobre muchacho había contado conmigo como un segundo padre, y yo lo abandonaba, pasándome al enemigo con armas y bagajes. ¡Vean ustedes cómo cumplía yo la palabra que había dado a Pütz en su lecho de muerte!