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«El baile y ella ¿qué tenían que ver? ¿qué le importaba a ella, a la hermana de don Fermín el santo, el mártir, que bailasen o no las muchachas insulsas de Vetusta en el salón estrecho y largo del Casino? Nada, nada».

Sin teatro, ¿qué iban a hacer sus hermanitas? ¿Para qué aquellos trajes que tan caros costaban? Allí podían encontrar buenas proposiciones que asegurasen su porvenir, y sería una crueldad que él cortase la carrera a las dos muchachas.

Cada semana se les da, dos o tres días, ración de carne en el pueblo, según la posibilidad de él. Regularmente se mata para cada cien personas un toro, y los despojos de todos se distribuyen a los muchachos y muchachas.

Varias muchachas morenas, con delantales á rayas de diversos colores, danzaban en torno de la mesa. Pero á pesar de esto, don Marcos husmeaba algo lúgubre en el ambiente. ¡León, los sables! El príncipe se había puesto de pie, después de mirar su reloj, dando esta orden al criado de confianza, que estaba detrás de él.

Fuese efecto de la comida y del vinillo del país, ligero y alegre como unas pascuas, o del aire solano, que tiene especial virtud excitante de los nervios, hallábanse las muchachas alborotadas, deseosas de meterse con alguien, de gritar, de hacer ruido.

...¡Cretino!... ¡Imbécil!... repetía Melchor contemplando a las dos muchachas que se alejaban llevadas por el hermano, en el carro bajo y ancho del colono. ¡Rufino, deme un vaso de cerveza; de la que está en el balde! No bebas más, Melchor... Déjate de pavadas, Lorenzo; tengo sed. Toma limonada. ¡Pero qué afán de darme consejos!... ¡Caramba!... Deme la cerveza, Rufino.

Sólo está animado el muelle del Ródano. El barco de vapor que hace la travesía de Camargue calienta las calderas junto a los escalones, dispuesto a partir. Caseros con blusa roja, muchachas de La Roquette que van a ganar el jornal en las faenas agrícolas, suben a cubierta con nosotros, charlando y riéndose.

El caballero sonrió bondadosamente y sacando del tarjetero diez billetes de a veinte duros, los colocó sobre la falda de Magdalena diciendo: Para alfileres: y ya puedes agradecerlo... Mis chicas tenían no qué capricho... cosas de muchachas. Otra vez será. Ella, dando por terminado aquel incidente, tiró sobre el tocador los billetes y continuó: ¿Qué hiciste luego? ¿Por qué no viniste de noche?

En teoría se habla mucho de él; las muchachas pululan en Aiglemont. Pero el número limitado de los jóvenes casaderos hace que, si son muchos los llamados al sacramento del matrimonio, son pocos los escogidos.

Al pasar cerca de , no si sintió mi respiración o el roce de mi cuerpo contra la pared, porque me era imposible permanecer en absoluta quietud. Estremeciose toda, miró al rincón, y de seguro me vio, es decir, vio un bulto, un fantasma, un ladrón, cualquiera de esos vestigios o imaginarios duendes de la noche, que asustan a los niños y a las muchachas tímidas.