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Los arpistas tocaban sonatas populares y los mancebos bailaban con las muchachas del pueblo.

A la verdad que tienen aire de recien domesticados, observa doña Victorina; ¡vamos á ver á los medio salvajes! Despues, la docena de muchachas, á su cabeza la alegre y viva Serpolette, ataviadas con sus mejores trajes, llevando cada una un gran ramillete de flores á la cintura, risueñas, sonrientes, frescas, apetitosas, se colocan con gran desesperacion de Juanito junto al poste de las servantes.

En un clima intermedio que no es ni Norte, ni Mediodía, ni Bretaña, ni Vendée, he visto y vuelto á ver con alegría el precioso y grave abrigo de Pornic, sus excelentes marinos, sus agraciadas muchachas, encantadoras bajo sus gorras puntiagudas.

Dejándose ir, pues, por pendiente tan resbaladiza, las muchachas pobres que se ponen muy majas dan con facilidad en busconas. «Bien lo comprendió así dijo el padre la sabia y gloriosa reina doña Isabel la Católica, cuando se indignó al ver en unas fiestas que hubo en Segovia a ciertas aventureras vestidas de seda, y prohibió el uso de la seda a las que no fuesen hidalgas y ricashembras, lo cual fue providencia discretísima y moralizadora

Y no pensarás en otra, y no verás a otras muchachas, porque yo lo sabré.... Y no irás a la Plaza a oir a Gabrielita.... ¡Linilla! No pienses mal de .... Gabriela es guapa, elegante, y qué cosa más fácil que .... ¡Me enojo, Linilla!... ¡No; es pura chanza!... Pero, seriamente: ¿verdad que no pensarás en otra, aunque sea linda, hermosa, mejor que yo? Te lo juro, Angelina....

Es una satisfacción para saber que los jóvenes tienen buenas razones para no lanzarse a un matrimonio arriesgado... Las muchachas de la clase media están muy mal educadas y no quieren a los hombres de posición análoga a la suya. Eso no es cierto dijo Francisca. Un marido no importa cómo, sea quien quiera, en cualquier parte que se encuentre, aunque sea en la China, es todo lo que yo pido.

¡Está el mundo perdido! decía la maestra del partido de Amparo, mujer de edad madura, de tristes ojos, vestida de luto siempre desde que había visto morir de viruelas a dos gallardos hijos que eran su orgullo . ¡Está el mundo revuelto, muchachas! ¿No sabéis lo que pasa allá por las Cortes? ¿Qué pasará?

¿Y para qué quiere verme á ? Toma, para verla. ¡Qué ocurrencia! murmuró pensativa. En esto se sintió un campanillazo. Abrieron y entró Coletilla. Las dos muchachas seguían su coloquio cuando sintieron en la calle rumor de voces agitadas, algunos gritos y pasos precipitados. Asomáronse los tres, y vieron que discurrían varios grupos por la calle.

»Yo encontré la respuesta en seguida; no me casé, y no trataré de hacerlo, mientras la categoría de las muchachas casaderas no se transforme. »Puesto que desea usted conocer los motivos que alejan a los jóvenes del matrimonio, puede poner entre los más frecuentes, el que me atrevo a exponerle.

Arrimado a la torre, en su rollo grietado y leproso, el cascado reloj virreinal, con su esfera de mármol y sus agujas doradas, invisibles para quien las viese de lejos, porque las ocultaba el ramaje de soberbios ahuehuetes, a cuya sombra se refugiaban los lechuguinos que cada domingo, después de la misa de doce, se instalan allí para ver a las muchachas que salen de misa muy emperifolladas y de ataque.