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Y entrará Juana, diciendo: «¡Señora... ya vino el charro!» Y usted, tía Pepilla, usted saldrá corriendo a recibirme y abrazarme, o se asomará usted a la ventana para verme llegar, y ver a todas las muchachas que han de mirarme con tamaños ojos, como diciendo: «¡Qué reguapo!» Y entraré, sonando las espuelas, y ustedes se pondrán muy alegres. Y... ¡chas! ¡Ahí está el chorro de pesos!

Esos señores se quejan con una notable unanimidad del espíritu de independencia, de la coquetería y del ardor por los sports que distinguen a las muchachas... Y el piano, el pobre piano, qué tempestades levanta... Y hay madres que creen que la música es una preciosa añadidura al dote de sus hijas dijo Genoveva con una risa que nos puso de buen humor.

Por su mal, era éste tan apretado y numeroso en aquel sitio, que o tenían que retroceder, dar un rodeo y volver a cruzar ante el grupo de muchachas, o aguardar una ocasión de enhebrarse por medio de la gente.

Bueno: ¡otro adiós! adiós, mamá; adiós, muchachas; díganle a tata que no me despido otra vez por no despertarlo, y escriban, ¡eh! y no se olviden del frac y luego, dirigiéndose al cochero: vamos a casa de Merrick, ¿sabes? en la avenida. El señor Ricardo está ya en casa; yo fui a buscarlo. ¡Ah! entonces vamos allá.

Por entre los arbolillos paseaban grupos de muchachas con flores y blusas blancas, como si fuesen la primera aparición del verano. Los cadetes las seguían con la mano en la empuñadura del sable, moviendo su talle esbelto y los anchos pantalones a la turca. El palacio arzobispal estaba cerrado.

¿Y el padre Tomás ha tratado de encontrar una conversación seductora? Seguramente dijo la abuela, que no comprendía mis preguntas. Pues bien, el señor de Baurepois es horrible y su conversación... cargante, como diría Francisca. ¡Oh! estas muchachas...

Las demás muchachas que allí había, todas de más edad que Maximina, les echaban miradas penetrantes y comenzaban a murmurar de la persistencia con que el joven forastero se sentaba al lado de aquélla.

Asimismo, todas las menestras que recogen se consumen en dar de comer a los muchachos y muchachas, y en suplir a algunos para que siembren.

Todo el mundo tiene siempre razón, Petrona. Es lo que digo yo. Y todo el mundo... Pero no se sabe nada. No hay forma de saber nada. Y lo que más me alarma es que los muchachos, mis yernos, se queden en la calle... ¿ crées?... ¿Y cómo no?... ¿No están seguros?... ¡Qué esperanza!... Se dice que en las reformas va a caer medio mundo. ¡Figúrate! ¿Qué va a ser de las muchachas?

Todos aquellos muchachos son pajes para señores, y aquellas muchachas, doncellas para señoras de media talla , que han menester el don para la autoridad de las casas que entran a servir , y agora les acaban de bautizar con el don.