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Engañar á una amiga que se confía, que me abre su corazón y me pide ayuda... Por delante mucha sonrisa, mucha compasión, mucha promesa, y por detrás clavándole el cuchillo hasta las cachas... ¡Ya! ¡ya!... La verdad es que no cómo te contienes y no me rompes la cabeza con una de esas botellas... Se echó hacia atrás en la silla y se puso á jugar con los rizos negros de su frente.

Mientras no ocurra novedad alguna que nos interrumpa, esta es la vida ordinaria que llevo con mis hijas, con las diferencias naturales que exigen las diversas estaciones del año; mi principal objeto es inspirarles mucha piedad, ocupándolas siempre en cosas útiles. Ayer recibí carta de mi Alfonso; está bien de salud; me parece un sabio en la manera de escribir. Milly, 25 de septiembre.

Visita las cárceles, las carnicerías y las plazas, que la presencia del gobernador en lugares tales es de mucha importancia: consuela a los presos, que esperan la brevedad de su despacho; es coco a los carniceros, que por entonces igualan los pesos, y es espantajo a las placeras, por la misma razón.

La pobre huérfana tenía sin duda mucha fuerza de espíritu cuando no cayó allí mismo sin sentido; y sin duda era también harto angelical y delicada, cuando no contestó con injurias á las injurias de la cuménide aristocrática, baldón de los Porreños.

Pero ahora, por algún tiempo, cieguecito y nada más que cieguecito. Con que mucha formalidad, que si das en abrir la ventanita, como dices, te amarraré las manos.

Con sus ganancias compró tierra, mucha tierra, poco deseada por lo insegura, dedicándose á la cría de novillos, que había de defender carabina en mano de los piratas de las praderas. Luego se casó con su china, joven mestiza que iba descalza, pero tenía varios campos de sus padres.

Iceta y Haussonville contemplaban con desprecio aquel tropel de gente que se encaminaba hacia la iglesia. ¡Bestias! exclamaba Iceta dando puñetazos en la mesa . No quisiera más que poder ametrallarlos. El francés murmuraba como diciéndoselo a mismo: ¡España! ¡España! ¡Jamais de la vie! Mucha hidalguía, mucha misa, mucha jota, pero poco alimento.

Varios ulemas, magos y astrólogos del Real Consejo privado, venían también en burros; monteros y cazadores, de a pie y de a caballo, traían la jauría de podencos y lebreles; doce diestros cazadores de altanería, todos a caballo, llevaban en el antebrazo izquierdo, asidos a la lúa de becerro con las acicaladas garras, ya poderosos neblíes, traídos a mucha costa de las montañas de Elburz o de Mazenderán a orillas de mar Caspio, ya ágiles alfaneques africanos, retenidos por la pihuela para que no echasen a volar, y todos con sus capirotes de grana y con sutiles cascabelillos de oro en las nervudas patas.

Ella respondió con mucha humildad que se llamaba la Tolosa, y que era hija de un remendón natural de Toledo que vivía a las tendillas de Sancho Bienaya, y que dondequiera que ella estuviese le serviría y le tendría por señor. Don Quijote le replicó que, por su amor, le hiciese merced que de allí adelante se pusiese don y se llamase doña Tolosa.

Estaba muy cansada y 35 quería descansar. Vio la niña los tres platos en el suelo. Tenía mucha hambre y quería probar la sopa. Probó la sopa que estaba en el plato grande. Estaba muy fría. Entonces probó la sopa que estaba en el plato mediano; pero estaba muy caliente. Entonces 40 probó la sopa que estaba en el plato pequeño y le gustó tanto que se la tomó toda.