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Manuel, vas a decirme en seguida quién es esa chiquilla que está aquí sentada a la derecha con un viejo dijo al encargado del café inclinándose y metiéndole los labios por el oído. No puedo darle muchas noticias, Sr. Romadonga. Son padre e hija y me parece que los conoce Remigio, uno de los mozos... Aguarde usted un poco.

21 Y destruyeron todo lo que había en la ciudad; hombres y mujeres, mozos y viejos, hasta los bueyes, y ovejas, y asnos, a filo de espada. 22 Mas Josué dijo a los dos varones que habían reconocido la tierra: Entrad en casa de la mujer ramera, y haced salir de allá a la mujer, y a todo lo que fuere suyo, como lo jurasteis.

Quedaban en el suelo pedazos de intestinos, cortados para facilitar la operación del «arreglo». Otros fragmentos de sus entrañas estaban en el redondel cubiertos de arena, hasta que muriese el toro y los mozos pudieran recoger estas piltrafas en sus espuertas.

Extraño me parece que una persona de la posición, de la gravedad y de los conocimientos de usted se deleite rebajándose y dando conversación, durante horas enteras, a dos mujeres tan ordinarias y tan poco edificantes como las Juanas; pero más extraño es todavía que no sea la conversación de usted y su tertulia con ellas solas, sino que haya usted tenido casi siempre por contertulio a Antoñuelo, el hijo del herrador, el más pillete y el más zafio de todos los mozos de este lugar. ¡Singular tertulia! ¡Buen par de parejas estaban ustedes!

Ve acercarse entonces un grupo de mozos ebrios, que aullando cantos obscenos pasan en fila a través de la gente; a la cabeza de ellos marcha el cerrajero Farmann, bribón famoso, y detrás de él van otros perdidos.

La falta de movimiento hacía que los ruidos fueran escasos: sólo se oían el penetrante sonido de una banda de cornetas que aprendía a tocar llamada por bajo del cuartel de la Montaña y el cansado grito con que se animaban varios mozos que, arrimando el hombro a un furgón, iban empujándolo hacia el muelle de descarga. En el andén no había casi nadie.

Llevaron de acá nuestra lengua, y todavía la guardan y usan della de buena gana, y es cierto que en las ciudades de Salonique, Constantinopla, Alejandría y el Cairo y en otras ciudades de contratacion, y en Venecia no compran, ni venden, ni negocian en otra lengua sino en español. Y yo conocí en Venecia judíos de Salonique hartos que hablaban castellano con ser bien mozos tan bien y mejor que yo.

Guárdate, guárdate en casa esta noche, que yo no necesito que nadie me escolta. El industrioso Quino sintió que el calor subía á sus mejillas y replicó encolerizado: Nada te he dicho, Nolo, que merezca que me insultes de ese modo, y no es de mozos criados en ley de Dios hacer ofensa á los amigos que se han portado bien.

En prosa y verso ha alabado repetidamente Lope los encantos, físicos y espirituales, de su amada, creando de ella una imagen, según atinadamente se hace observar en el libro de los señores Rennert y Castro, que "más bien que en damas de la España tradicional, hace pensar en un tipo de gentil cortesana, surgido al contacto de la Italia renacentista". La figura que traza Lope de la Amarilis de sus postreros amores guarda estrecha relación con la de esta heroína de la novela de sus años mozos.

A mediodía, Febrer, aburrido de sus paseos sin objeto por la Marina y las empinadas callejuelas de la antigua Real Fuerza, entró en una pequeña fonda, la única de la ciudad, situada junto al puerto. Allí encontró los huéspedes de siempre. En el vestíbulo, unos cuantos mozos vestidos de payeses, con gorra de cuartel: soldados de la guarnición que servían de asistentes.