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25 Porque , Dios mío, revelaste al oído a tu siervo que le has de edificar casa; por eso ha hallado tu siervo motivo de orar delante de ti. 26 Ahora pues, SE

A estas horas lleva ya más de un año de impresa, y aquí el motivo de que no aparezca ántes de la Guerra de Quito, conforme á lo que en dicho prospecto se anunciaba.

Atraídos uno hacia otro, se sentaban en los escabeles de hierro, olvidándose la mujer del galanteo escuchado la víspera, y el hombre del libro que le acompañaba. La reseña de un baile o la noticia de otro, el proyectado enlace de una amiga, un cuento de la villa, lo que dijo una visita, un pensamiento de caridad, servían de motivo a las conversaciones.

El motivo está patente; nos sentimos heridos; y quien piensa, quien juzga, no es el entendimiento ilustrado con nuevos datos, sino el corazon irritado, exasperado, quizas sediento de venganza. ¿Queremos apreciar lo que vale nuestro nuevo juicio? aquí un medio muy sencillo.

6.o Que deberán ser residenciados al fin de los seis años, ó antes si dieren justo motivo de queja, á peticion de parte ó del ministerio fiscal, ó de oficio, si á ello dieren lugar, bajo reglas dadas en oportuno reglamento.

Entretanto, volvió á escribir á éste, dándole cuenta de sus proyectos de viaje y explicándole al pormenor el estado y motivo de su pleito.

Por otra parte, nuestra concepción cristiana de la vida nos enseña que las superioridades morales, que son un motivo de derechos, son principalmente un motivo de deberes, y que todo espíritu superior se debe a los demás en igual proporción que los excede en capacidad de realizar el bien.

En situación semejante, Oliverio esperaría que algún día le llegara una herencia: la descontaría por adelantado bajo la garantía de su buena estrella, y la herencia esperada llegaría a hora fija. Yo no espero nada y obro prudentemente. En una palabra, yo no tenía necesidad de acudir a nadie por motivo de un consentimiento que tal vez habría creado algunas dificultades.

El mal se había concentrado en un ojo, y sobre todo en el párpado, que no podía levantarse sino a medias; de lo que resultaba que la pupila, medio apagada, daba a toda la fisonomía cierto aspecto poco inteligente y vivo, contrastando notablemente el ojo entornado con su compañero, del cual salían llamas, como de una hoguera de sarmientos, al menor motivo de escándalo, y en verdad que los solía encontrar con harta frecuencia.

Es que no quiero... No me preguntes el motivo: no sabría explicártelo; mejor dicho, no me entenderías. Repito lo que te han dicho otras: « eres un hombre, y no puedes comprender á las mujeresNo, no quiero. Te hablaré más claro: con otro hombre que llegase á interesarme... no . ¡Somos tan débiles! ¡sentimos tales sorpresas en nuestra voluntad!